La islandesa Hildur Guðnadóttir tiene 37 años, una mirada amable y formas delicadas, como si sus ojos enormes bastasen para explicarlo todo. Es hija de músicos; su madre era cantante de ópera y su padre director de orquesta, así que lo lleva en las venas. Jóhann Jóhannsson colaboró con su padre en algunas ocasiones y así es como Hildur conoció al compositor de La teoría del todo (The Theory of Everything, 2014) o La llegada (Arrival, 2016), fallecido un desgraciado 9 de febrero de 2018. Su primera actuación juntos fue hace 20 años, durante una pieza de danza italiana; a partir de aquel momento maestro y alumna no dejaron de cooperar en diferentes proyectos. Guðnadóttir era la joya de la corona para el músico, 11 años mayor que ella, por lo que éste se empleó a fondo para dar forma a las capacidades de la que, a día de hoy, es una de las compositoras de música para el cine más prometedoras.
La realidad es que la artista aún está lejos del nivel que alcanzó Jóhann Jóhannsson, un artista sobresaliente con talento y versatilidad. Pero lo cierto es que Guðnadóttir camina con paso firme. Acaba de rubricar la poderosa partitura del bombazo del 2019, Joker, logrando que sus notas trasciendan convirtiéndose en uno de los aspectos más valorados por crítica y público. Sin embargo, antes de consagrarse con esta banda sonora, la artista de Reykjavík ya había tenido varias incursiones cinematográficas en diferentes facetas que merece la pena reseñar.
Prisoners, Sicario, El renacido y La llegada
Tres trabajos dirigidos por el canadiense Dennis Villeneuve tuvieron como compositor a Jóhann Jóhannsson que, como no podía ser de otra manera, contó con Guðnadóttir para protagonizar los momentos de la partitura en los que el chelo era el actor principal. Los sonidos subterráneos que el islandés dio a luz para las películas de Villeneuve (Prisoners, Sicario y La llegada) requerían de todo el virtuosismo posible con instrumentos de cuerda como guitarras, violines y chelos, por lo que las taciturnas notas de Johannsson eran el mejor vehículo para que Guðnadóttir se luciera.
Por su parte, la islandesa también formó parte de los músicos que dieron forma a otra fabulosa banda sonora: El renacido (The Revenant, 2015), de Ryuichi Sakamoto, que al igual que Johannsson con Sicario obtuvo una nominación al Oscar.
Momento de emanciparse
La experiencia como compositora en soledad de Hildur Guðnadóttir había comenzado allá por 2011, dando forma a la partitura de la película de Philip Gelatt The Bleeding House. Después, Kapringen (2012), Astro, Uma Fábula Urbana em um Rio de Janeiro Mágico (2012) y la turca Jîn (2013) completaron una primera etapa interesante -ya mostraba sus influencias experimentales pero también personalidad propia- aunque con dos lastres peliagudos: Por un lado, cierta tendencia a sonidos atmosféricos y no demasiado funcionales para un cine de características más comerciales; por otro, su condición de mujer en un gremio machista absolutamente volcado con los trabajos realizados por hombres.
A pesar de ello y mientras tanto, Guðnadóttir completaba su gran curriculum con trabajos ajenos al mundo del cine, publicando discos muy bien valorados por la crítica musical como o Mount A (2010), Pan Tone (2011) o Saman (2014).
No sería hasta 2016 cuando, de la mano del director islandés Baltasar Kormákur, la artista volvería a hacerse con los mandos de una nueva producción. El film Medidas extremas (Eiðurinn), un thriller discreto que pasó por el Festival de San Sebastián, dio la oportunidad a Guðnadóttir de volver a coger impulso; comenzaba un nuevo periplo que acercaba su figura a los focos de un Hollywood deseoso de encontrar nuevos talentos. En 2017 compuso, junto a Lasse Enersen y Natalie Holt, las bandas sonoras de Tom of Finland y Journey’s End, respectivamente. Su carrera se abría camino definitivamente para despegar hacia lo más alto.
El gran salto
El maestro quería volver a contar con su alumna aventajada. Jóhann Jóhannsson daba a forma uno de sus últimos trabajos, pero el resultado iba a tener más ADN de la compositora que nunca. En María Magdalena (Mary Magdalene, 2018) ambos músicos funden sus estilos -diferentes pero iguales- para lograr una partitura solemne, demostración empírica de su magnífica conjunción. El mito religioso tenía así un nuevo acercamiento visual -el del director Garth Davis– y musical, el de dos compositores con una filosofía absolutamente alejada de las grandilocuentes fanfarrias bíblicas del pasado y gran parte del presente cinematográfico.
¿Quién mejor para coger el testigo de Jóhannsson y componer la banda sonora de Sicaro: El día del soldado (Sicario: Day of the Soldado, 2018)? No había lugar para caprichos del destino. Finalmente, la pupila brillante y que mucho tiempo atrás se había convertido en la niña de sus ojos, cogió el relevo del profesor desaparecido. Si bien el trabajo de Guðnadóttir no resultó del todo excelente -era rotundo pero estaba falto de cierta identidad-, sí hacía presagiar lo que estaba por venir; posiblemente los dos mejores trabajos de la artista. Iba a sucederse una consagración inevitable y que vendría inspirada por la desgracia de los personajes de dos productos brillantes del cine y la televisión.
Chernobyl y Joker
La serie sobre la catástrofe nuclear y la película de Todd Phillips relatando la génesis del payaso con menos sentido del humor del universo comiquero DC iban a ser el regalo más preciado para la artista islandesa. Hildur Guðnadóttir no iba a desaprovechar sendas oportunidades y, si ya logra desplegar toda su inteligencia y su perspicacia musical para construir la enfermiza atmósfera de Chernobyl (2019) a base de sonidos y ecos de percusión y cuerda –The Door es un tema escalofriante-, en Joker (2019) se corona con una composición compleja y dolorosa. Las notas de su trabajo suenan profundas y apasionadas, como gritando a los cuatro vientos ese sentimiento de compasión que, a veces, despierta irremediablemente el personaje de Arthur Fleck. Sin embargo, Guðnadóttir no se casa con nadie y no le tiembla el pulso cuando la dinámica de su música debe cambiar para recordarnos que este «nuevo» Joker no es ningún héroe revolucionario. La transición de una emoción a otra es, posiblemente, la mayor virtud de una composición poderosísima que quizá sea aún más disfrutable sin las imágenes del film. Pero esto, queridos lectores y lectoras, es otra historia. Habíamos venido a hablar de Hildur Guðnadóttir, que ha llegado para quedarse.
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