Desde 2015, año de su debut con Ex Machina, Alex Garland ha transitado con éxito por el terreno del supuesto futuro tecnológico a través de las eternas cuestiones vitales: ¿quiénes somos? ¿adónde vamos? ¿por qué estamos aquí? y, sobre todo, ¿cómo podemos controlar nuestra propia existencia?. El pasado, el presente y lo que está por venir parecen ser los centros neurálgicos de los guiones de Garland, un director de proyección ciertamente interesante que confirma con la miniserie de HBO Devs su ambición visual y narrativa.
Sin embargo, esta historia sobre descubrimientos tecnológicos que lo cambiarían TODO va más allá de la epopeya distópica hacia donde parecen apuntar las fábulas de Garland. En Devs el realizador no rehúye la crítica: apunta directamente con el dedo hacia el hecho de que los gurús tecnológicos llegan a obsesionarse jugando con la idea de ser mesías. O lo que es lo mismo: falsos profetas. Este concepto, que sobrevuelta todos y cada uno de los episodios, se mezcla con «denuncias» como la ausencia de democracia real, la invasión constante de la intimidad y el peligro de situarse en un fuego cruzado entre los países más poderosos que, lejos de defender las libertades, las coartan constantemente.
A pesar de la ampulosidad intelectualoide de algunos diálogos, que empantana escenas a las que le sobra una pizca de falsa trascendencia, Devs resulta una miniserie de exquisita puesta en escena y momentos verdaderamente emocionantes, como el primer vistazo al laboratorio especial dentro de la empresa Amaya. En este sentido, la dirección de Garland -que nunca escatima en piruetas ópticas-, la fotografía de Rob Hardy y la embaucadora música de Ben Salisbury, se lucen en su objetivo de atrapar al espectador llevándolo a sumergirse en tan apasionante experimento. Eso sí, sin dejar nunca de lado el debate inagotable sobre la ética de la evolución científica y tecnológica: ¿Dónde están los límites? ¿Quién los establecerá?
