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En la Casa: por una enseñanza pública y de calidad

Y decidí ir al cine (sí gentita, ese espacio oscuro con una pantalla enorme al fondo y donde no se puede fumar ni hablar alto. Todo lo demás is allowed) hace una semana. Con pocas esperanzas, no nos engañemos, porque hace (hacía) años que no salía del cine con la sensación de haber visto una auténtica buena película. Y el lunes (día del espectador, la crisis pega duro) volví a la magia del celuloide. Un producto con un acabado perfecto, en el que todas las piezas que se le piden al gran cine que tenga engrasadas, funcionaban como las sentencias del Constitucional, o las alocuciones del Papa: sin fallos.

Infalible

«En la Casa«, de Fraçois Ozon es la flamante ganadora de la Concha De Tu Madre del Festival de San Sebastián, y un monumento a los guiones inteligentes y de buen gusto, alejado de superhéroes, efectos especiales y Chuck Norris. Hablamos de un laberinto de intrigas, de puertas que sin explorar, que se abren de improviso, el deseo de mirar sin ser vistos, la máxima aspiración del sádico, junto con ser trabajador social en el SAMUR o profesor en un colegio religioso de Irlanda. No hablamos de un thriller, ni de cine negro, simplemente es una historia de a pie, encajada en lo que podríamos ya conocer como un nuevo género: el de los coles y las aulas.

Desde «Los cuatrocientos golpes» de Truffaut, hasta «La Clase«, pasando por «El Club de los Poetas Muertos«, «Hoy empieza todo» o «Rebelión en las aulas«. Desde el “Oh capitán, mi capitán”, al gestito fascistoide en la alemana «La Ola«. Desde las patadas voladoras de Michelle Pfeiffer en «Mentes Peligrosas» (mejor la BSO que el filme) a los picos de heroína de Ryan Gosling en la magnífica y desconocida «Half Nelson«. Los colegios huelen a celuloide.

Sin embargo, «En la Casa» habla del egoísmo irracional de un profesor que descubre cierto talento en un alumno normal tirando a mediocre. Picado en su curiosidad voyeur, el maestro caerá en la tentación de explotar el talento del chico para enmascarar sus propias limitaciones, sus frustraciones de juventud. La cotidianeidad de los textos pronto gira hacia una espiral peligrosa de invasión de la intimidad y la confusión de sentimientos. 

Con un guión rápido y vivo, alternando drama y comedia, con una Kristin Scott Thomas en estado de gracia, y una Emmanuel Seigner lúbrica y con el “inequívoco olor de la mujer de clase media”, la película va enganchándote en cada página nueva que el jovencísimo y debutante Ernst Umhauer entrega a un colosal Fabrice Luchini en el papel de hastiado profesor. La entrada sin permiso en la intimidad familiar de los Rafa (la familia del mejor amigo del adolescente protagonista), desencadenará la tragedia.

Una nueva entrega del cine dentro del mundo académico, pero alejada esta vez de las pajilleras historia de American Pie, los tupes con olor a gasolina de Grease, o los cientoypico kilazos de humanidad (y grasa) de Precious.

Por J.M.C.

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