La saga X-Men es el ejemplo más claro de que el proyecto de realizar una serie de películas del mismo universo depende, en gran medida, de dejar pocas aristas al azar, de tener un proyecto común estudiado y proyectado a futuro, desviándose tan solo en los puntos de fricción con el publico que, generalmente, es fiel a unas siglas más allá de su adaptación al cine o la televisión. Lo hemos visto con todo el ciclo Vengadores, apoyado en una serie (irregular) de películas de tratamiento individual, pero con un objetivo colectivo, que ha llevado su apoteosis final a toda una experiencia cinematográfica, y a hecho de Infinty War y Endgame (Antohony y Joe Russo, 2018 y 2019) dos de las cinco películas más taquilleras de la historia.
Los problemas a los que se enfrento el cómic de X-Men a principios de los 70, se resolvió con la llegada de dos jóvenes autores a la redacción de las aventuras mutantes: Claremont y Byrne se despegaban de la narración clásica del héroe americano contra el mundo, e incorporaba una pléyade de personajes de perfil internacional y de una diversidad cultural muy acorde a los tiempos de cambio que se estaba dando en Estados Unidos en particular y en el Mundo en general, y se atrevieron a dar un toque más oscuro y “humano” a las ambiciones y frustraciones de sus protagonistas, cuya obra maestra se considera la serie Fénix oscura.
Con todos estos elementos, la llegada a las pantallas de esta pequeña parte de la historia de los X-Men era muy esperada por lo fanáticos de la saga, con una motivación extra después de que la primera aproximación en X-Men: la decisión final (The last stand, 2016) nos dejara una de las películas más ridículas de su género. Sin embargo amigos mutantes, de nuevo las expectativas se ven defraudadas, si bien no parece raro teniendo en cuenta que su director, Simon Kinberg, ya fue guionista en aquella.
El argumento es sencillo: Jean Grey, una de las mutantes más poderosas que existen, sobrevive a un accidente en el espacio que, sin embargo, la ha convertido en un ente oscuro que no puede controlar. Cuando un secreto del pasado salga a la luz traicionando su frágil confianza en los X-Men, y más concretamente en su líder, Charles Xavier, las consecuencias se revelarán devastadoras para el grupo y para la humanidad.
Como siempre, las escenas de acción tienen un tratamiento CGI insuperable, con algunos planos que cortan el aliento, y con unas perfección en el detalle que hace de sus trabajadores técnicos lo poco salvable de este circo. A partir de ahí, todas las decisiones de guion, dirección e incluso casting, parecen fallidas. Se ha despreciado la oportunidad de hacer una película oscura, en la que el mal reinase por encima de los gustos infantiles del público, y llevando el transito de los implicados a una resolución amarga pero esperanzadora. En su lugar se ha preferido transitar el camino que lleva a los lugares comunes, la repetición y la falta de originalidad.
Algunos actores transparentan su nula implicación en el proyecto y sus ganas de estar en cualquier lugar menos en ese rodaje. El papel de Jennifer Lawrence, en franca despedida, parece haberse resuelto en un día de rodaje. En un mal día. No se justifica la desaparición en la batalla final de algunos de los más importantes mutantes. Desde la salida de Lobezno aka Hugh Jackman, el carisma del reparto recayó en el Magneto de Michael Fassbender, que en esta ocasión no puede agradecerle a los guionistas nada más que unas dudas existenciales resueltas en un parpadeo.
Aun así, y si el paladar del espectador no está hecho al imaginario de la saga más allá del cine, o incluso la única expectativa es disfrutar de 2 horas de parque de atracciones, el resultado lanza un aprobado a Fénix oscura, dando más de lo mismo pero de calidad: secuencias de acción brillantes, con la multiplicación de los poderes de sus protagonistas para el deleite de los amantes de la fantasía. Sophie Turner pasa la prueba, sin destacar, pero con un papel complicado del que sale airosa. Queda sin embargo la sensación de que se ha desaprovechado la oportunidad de darle más relevancia al papel de villana de Jessica Chastain, que luce pelucón y cara de “que me estas contando, que estoy de vuelta de todo”. Se aprecia la voluntad de dar el poder a los personajes femeninos, aunque se echa de menos la velocidad en los diálogos que tan bien han desarrollado en Los Vengadores, y dejar de lado largos discursos explicativos que no aportan ni humor ni drama, convirtiendo las emociones de sus personajes (bastante planos) en una amalgama aséptico y aburrido.
Con el anuncio de que a partir de ya los personajes de X-Men serán gestionados y llevados a la gran pantalla por ese monstruo que es Disney, solo podemos decir “Adiós Fox, pudiste aprovechar mejor la ocasión”.
Lo mejor: La acción, el arranque de la película, y la aparición de Magneto, de lejos el personaje con más carisma de la serie.
Lo peor: Las prisas de algunos actores por abandonar el proyecto, el guion plano y sin sorpresas, el nulo desarrollo de los personajes y desaprovechar una de las mejores historias de los X-Men.