Pues como era de esperar sales de ver Venom (2018) con una sensación de dos caras (hablando de villanos…), algo que se puede esperar de un personaje que en su misma esencia nace en el lado equivocado de la bondad para, poco a poco, ir reconciliándose con la ética, hasta que se queda en un lugar indeterminado entre la banalidad del mal y la maravillosa afirmación de Homer Simpson “¿por qué todos mis actos tendrán consecuencias?”.
Empecemos contextualizando: Venom es un simbionte (una forma diferente de llamar a un organismo alienígena, patentado por Marvel) que aparece por primera vez en las Guerras Secretas de Los Vengadores, y que por avatares (estoy sembrado) del destino termina en el cuerpo de Eddie Brock (un excolega de Peter Parker en esto del periodismo). La naturaleza agresiva del extraterrestre, unida al odio visceral que el terrícola profesa por el bueno de Spiderman le llevan a un enfrentamiento cuasi freudiano con el arácnido. Y es solo el principio.
Bien, pues todo esto, que se pudo ver con una avalancha de malas críticas en la tercera parte del Spiderman rodado por Sam Raimi (Spider-man 3, 2007), se olvida en la nueva producción de Ruben Fleischer, y arranca lo que parece una nueva saga dedicada a uno de los personajes más carismáticos del cómic de los 80 y 90. En esta entrega, Venom, como visitante extraterrestre, llega de forma un tanto precipitada a nuestro planeta. Pronto queda claro que las intenciones de los simbiontes y las del malvado científico-filántropo que les ha traído a la Tierra, no son las de larga vida y prosperidad.
A todo esto, y también de forma precipitada, aparece Eddie Brock, un periodista graciosote guaperas (esa nueva raza), de esos que podrían anunciar un Audi o reservar sus hoteles en TripAdvisor al que repentinamente y demostrando que aunque parecía listo, tanto tanto no lo es, la vida le cambia a peor, pasando de líder a fracasado, para más tarde, y ya con la piel de Venom enfundada, recorrer de nuevo el camino de vuelta a la heroicidad en un eterno retorno que ni el Mesías.
El periodista incisivo y lenguaraz es Tom Hardy, uno de los mejores actores de su generación y al que esto de los superhéroes de trasfondo oscuro no le pilla de nuevas (era de lo mejor del tercer Batman de Nolan), y que a base de mucho humor, mucha naturalidad, y una simbiosis casi perfecta con el personaje, consigue que olvidemos que el resto del reparto y el guion no siguen su senda de la excelencia. Porque el argumento dirigido por Fleischer se queda en mediocre, manido, transitado por muchos otros antes, en un patrón muy definido de bueno buenísimo y malo malísimo con poco sustento, ya que si de una cosa se puede acusar al guion y al montaje es de precipitar los acontecimientos de forma un poco chapucera en muchos tramos, con giros no ya inverosímiles, pero sí que fuerzan al espectador a un ejercicio de metaentendimiento.
El papel de Michelle Williams es casi testimonial, y es una pena, porque en los poco momentos en los que Hardy y ella ocupan el espacio de la pantalla la esperanza de que algo interesante va a ocurrir es intensa, para dejarte en un coitus interruptus de lugares comunes. Los mismo ocurre con Riz Ahmed, un actor que ya demostró de lo que era capaz en la serie The Night of (2016), al que no se presenta demasiado bien, y mucho menos se le permite explotar esa mirada fría de tiburón, quedándose en un villano de Todo a 100.
Lo mejor de Venom, más allá de la presencia de Hardy, es un humor inesperado pero que funciona en el tono prosaico de su ambición, un recurso en el que Marvel parece haber encontrado un filón, si bien no se puede comparar esta cinta con otras de mejor acabado como Thor Ragnarok (Taika Waititi, 2017), o cualquiera de las partes de Guardianes de la Galaxia (Guardians of the galaxy vol 1 y 2, 2014 y 2017). La nueva franquicia tiene un margen evidente de mejora para futuras entregas, si es que los productores se ponen de acuerdo en hacia dónde orientar las motivaciones de una de las creaciones más queridas de Marvel. La acción no es especial, aunque mantiene el tono siniestro y destructivo que se espera del personaje. Además hay que entender que si el climax de estas secuencias es una persecución por las calles de San Francisco, ten en cuenta que tienes que superar a las que se rodaron para La Roca (The Rock, 1996), y el listón está muy alto.
En resumen, una película entretenida, de la que se disfrutará si las expectativas son bajas, y que quizá defraude a los más puristas del papel, pero nunca a los que desde hace años sabemos que hay que ver cualquier cosa en la que salga Tom Hardy.
Lo mejor: El inesperado tono de comedia ligera y la compenetración Hardy/Venom.
Lo peor: Guion repetitivo, montaje con saltos inexplicables, secundarios de lujo desaprovechados.
Por Javier Martín Corral
@Jatovader
