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Cine norteamericano

Trumbo: Cuando un genio ha de esconderse para poder deslumbrar

Una oda a los grandes olvidados de la industria cinematográfica. Un canto a aquellos profesionales que crean una osamenta alrededor de la cual pueden trabajar los que acabarán llevándose todos los reconocimientos (o críticas), los superhéroes del cine (por aquello de vivir en el anonimato); los que dicen a los actores qué decir, los que dan a los directores algo que dirigir. Una merecidísima oda a los guionistas, muy especialmente a aquellos que, a lo largo de la historia, se han visto obligados a escribir sin poder reconocer dicho trabajo como propio, a veces arriesgando su vida por amor al arte, al séptimo arte. Esta película es para ellos, y estas líneas, también.

1947. Norte de Los Ángeles” reza un rótulo superpuesto sobre una gran pradera en la que pasta un caballo apaciblemente. Inmediatamente después vemos a un hombre de generoso bigote despertarse dentro de su bañera y empezar a escribir sin dilación. Él es Dalton Trumbo (el popular Bryan Cranston, de Breaking Bad), y lo descrito no es más que los tres primeros planos de Trumbo: La lista negra de Hollywood, un biopic que no se detiene en ningún momento, ya que su protagonista no pudo hacerlo en toda su vida. El Hollywood Sign es el telón de fondo de la búsqueda, delación y proceso de comunistas que tuvo lugar en la industria cinematográfica más importante de la historia a lo largo de los años 50: la denominada “caza de brujas” impulsada por el senador McCarthy. Hasta entonces, Hollywood pacía tranquilamente sobre sus colinas, sin embargo, la Guerra Fría lo despertó de su letargo.

Nos encontramos ante un Hollywood que habla de sí mismo, que recuerda sin prejuicios su época más hostil y vergonzosa: aquella en la que no se podía compaginar ideología con profesión, en la que el arte tuvo que sufrir las consecuencias de que importara menos el guion que la firma que este llevaba. Pero, como no es oro todo lo que reluce, tampoco todo lo que anda errante está perdido, y esta película nos acerca a la vida del más valiente del grupo de guionistas denominado como “los diez de Hollywood” (toda liga de superhéroes necesita un nombre), quien arriesgó su vida y su identidad por lo que tantos amamos: el cine. Trumbo: La lista negra de Hollywood es un largometraje que trata un tema ya escudriñado en el documental Trumbo y la lista negra (2007), de Peter Askin, y que, si bien no goza de tanta fidelidad biográfica como la que otorga a su predecesor el género al que pertenece, sí ofrece una mayor accesibilidad al gran público para acercarse a esta figura capital del cine estadounidense.

La brillante interpretación de Bryan Cranston le valió la nominación a mejor actor en las pasadas ediciones de los premios Oscar, Globos de Oro, BAFTA y Critics Choice Awards. La estrella estadounidense crea un Dalton Trumbo tan humano que se gana la empatía del público desde el minuto uno: gracioso, incisivo, sensible, testarudo… Esta riqueza de matices muestra un personaje alienado de la sociedad, característica imprescindible que hizo del guionista real la persona que fue. Nos hace de perfecto cicerone en las oscuras entrañas de esta industria cinematográfica, plagada de personajes estereotipados y forzosamente transparentes con los que Jay Roach trata de mostrarnos el cinismo imperante y las intenciones reales de cada individuo: ni los que buscan criminales están exentos de crimen ni los que hacen de héroes realmente lo son; ni siquiera el mismísimo Trumbo evita ser contaminado por la hostilidad del ambiente y las malas artes de sus colegas de profesión. Un plantel de lujo acompaña en escena al gran Cranston: Helen Mirren representa a la perfección el cinismo, Louis C. K. lo hace con la honradez, Michael Stuhlbarg simboliza la traición, Elle Fanning es la razón en medio del caos, Diane Lane personifica el apoyo incondicional y Roger Bart el interés egoísta que imperaba en esa sociedad. John Goodman encarna a un productor de métodos expeditivos que, precisamente por eso, no tiene problema en dar trabajo al mejor guionista de Hollywood, independientemente de la ideología política de este. Una vez más, Goodman vuelve a hacer de sí mismo y, una vez más, lo borda.

© Groundswell Productions / Inimitable Pictures / ShivHans Pictures

© Groundswell Productions / Inimitable Pictures / ShivHans Pictures

Además de la interpretación de estos portentos, el film se sustenta sobre otro elemento que hace difícil pensar que esta película pueda no funcionar: la fórmula «cine dentro del cine» es una apuesta ganadora casi siempre. No debemos olvidar que estamos observando todo el entramado del Hollywood de los 50 desde un asiento preferente, y no hay nada más entrañable que escuchar a Kirk Douglas hablar de lo molesta que es la meticulosidad de Stanley Kubrick, ver a Otto Preminger irrumpir en la casa de Trumbo en plena apertura de regalos de navidad para hacerle volver al trabajo, o seguir el proceso de creación de guiones de la talla de Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), El bravo (Irving Rapper, 1956), Éxodo (Otto Preminger, 1960) o Espartaco (Stanley Kubrick, 1960), todos ellos escritos por las mismas manos pero firmados por diferentes nombres. Muchos de los mejores gags de la cinta vienen de los guiños que se hace a estas estrellas y a algunas anécdotas reales que estas protagonizaron, chistes con los que disfrutarán los más cinéfilos (no podemos dejar de agradecer el empleo de material de archivo para la recreación de las galas de los Premios Oscar y para algunos de los interrogatorios que se muestran). Un montaje dinámico y eficaz complementa a la perfección a este guion, el cual goza de toda la comicidad que esta truculenta temática permite, un humor, por otro lado, más elaborado que al que nos tiene acostumbrados el director de la saga Austin Powers (1997-2002) y de películas como En campaña todo vale (2012).

Una última delicia nos espera en los créditos finales: un acercamiento único al Dalton Trumbo más humano —al padre de familia, no al genio con dos premios Oscar en su haber (que no pudo recoger)— que nos habla de lo realmente importante en su vida. Una prueba irrefutable del éxito de un hombre que hizo un jaque mate al Comité de Actividades Antiamericanas y que fue imprescindible para cambiar la mente de todo un país: la certeza tan firme con la que él, como se dice en el film, “no solo escribía finales felices, sino que realmente creía en ellos”.

Lo mejor: poder introducirnos en las entrañas del Hollywood de los años 50.

Lo peor: la ausencia de alguna información muy interesante que sí se da en el documental Trumbo y la lista negra.

Por Martín Escolar-Sanz
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