Tráiler espectacular, un reparto encabezado por Vincent Cassel y Rosario Dawson y la firma de un gran cineasta que ha demostrado que le gusta arriesgar y acertar, Danny Boyle (Trainspotting, 127 horas, Slumdog Millionaire), son argumentos suficientes para acudir al cine a ver Trance. Se trata de un thriller psicológico que toca aspectos del psicoanálisis y la hipnosis y que se sustenta sobre un buen esquema de la tradición del cine de atracos.
Arranca la película y ya nos damos cuenta de que estamos ante un producto totalmente Boyle, que nada tiene que ver con el cine convencional, con los planos convencionales, con la narración convencional. Boyle es distinto y en esta película quizás ha querido dejar demasiado claro ese aspecto. El protagonista, James McAvoy (un joven con mucho talento), comienza narrando la historia. Todo se sucede en una casa de subastas. En plena puja la casa es asaltada y el protagonista en cuestión, McAvoy, recibe una buena paliza cuando trata de salvar un cuadro de Goya (el Mcguffin de la peli). Al rato descubrimos que este chico estaba metido en el ajo con la banda de ladrones liderada por un inmenso Vincent Cassel y que con la tensión y el golpe se ha olvidado de lo que ha hecho con el cuadro. Así que Vincent decide llevarlo a una terapeuta para que esta mediante hipnosis le ayude a recordar dónde escondió el cuadro. La terapeuta, Rosario Dawson, es quizás lo mejor de la película, ya lo adelanto.
A partir de ahí se suceden los giros, los flashbacks, las imágenes borrosas de pensamientos, de alucinaciones… y lo que había comenzado como una historia de lo más interesante en la que tendríamos que ir atando y desatando hilos, empieza a desinflarse, a perder interés, a perder emoción… hasta que cuando llega el final lo único que agradecemos son unos buenos planos de Cassel. Se pierde Boyle contando la historia, pretende hacer algo nuevo y no, si quiere hacer un «Memento» ya está hecho, y ni se acercas. Pero además el guión no se sostiene y al final da la sensación de los guionistas quisieron complicar tanto el argumento que no le encontraban una solución creíble y tuvieron que inventársela y para ello le dieron más y más giros a una película que comienza a aburrir antes de llegar a la mitad del metraje.
Una lástima. Hay momentos especialmente duros que habría sido mucho mejor que nunca hubiesen sido filmados, como una de las escenas finales en un parking con explosión de por medio. Se salvan sin duda, una estupenda Rosario Dawson y el francés Vincent Cassell.
Por Lore Pérez
Hazte con todas las Novedades --->
