En 2016 el pueblo británico votaba SÍ al plan nacionalista de abandonar la Unión Europea, socavando los cimientos del sueño -ahora parece utópico- de una Europa unida tras la reconstrucción debida a 2000 mil años de guerras y conflictos de poder. Desde que el plan de salida es aprobado por referéndum, el país anglosajón ha tratado de reivindicar a través de su cine una historia propia y heroica apoyada en aquellos hitos y personajes que hicieron de las islas un Imperio de ultramar, una nación respetada por su poder, sus modales y su ejército. De esta forma se nos han vendido Dunkerque (Dunkirk, 2017) como una absoluta victoria británica, hemos vuelto a almorzar con las manidas frases ingeniosas y los puros habanos de Churchill en El instante más oscuro (Darkest hour, 2017), o hemos recordado que existía un grupo llamado Queen y un artistazo rebautizado como Freddie Mercury en Bohemian Rhapsody (2018), o que aun podemos disfrutar de los disfraces y la ambigua personalidad de Sir Elton John (Rocketman, Dexter Fletcher, 2019).
En esta línea de reivindicación a toda costa de sus más afamados caracteres, llega el estreno de la biografía del autor de El señor de los anillos Tolkien (2019) autor de una de las novelas (o saga de novelas) más exitosas del siglo XX, y que se ha perpetuado en el tiempo y su universalidad a través de la gestión de su patrimonio de una forma de lo más rentable y masiva con sus correspondientes juegos de mesa, de rol, adaptaciones para la televisión y por supuesto su trilogía cinematográfica, que acumula bastantes más premios de los que J.R.R. vio en vida.
El filme nos cuenta de forma cronológica la infancia, adolescencia y juventud del escritor, con constantes saltos temporales al que, al parecer, fue el momento diferencial en su vida durante el transcurso de la I Guerra Mundial, en la que participó como soldado, combatiendo en su batalla más dantesca en las orillas del Somme. Más allá de la buena voluntad de su director en que un argumento de lo más convencional se nos haga interesante, la película no puede destacar más que por la buena elección de sus protagonistas, y algunas metáforas de trazo grueso que nos llevan a recorrer mentalmente la Comarca y cómo, supuestamente, su autor se inspiró para parirla. Porque más allá de esto, el filme es una boba historia romántica de poco calado, una reivindicación poco ardiente de la amistad, y un alegato anti clasista con ciertos tintes burgueses.
Podemos destacar la buena fotografía, aunque en algunos momentos parezca demasiado deudora o inspirada en los ya conocidos y nombrados pasajes de las películas de Peter Jackson. Tampoco podemos obviar que su protagonista Nicholas Hoult pone toda su voluntad en que la película no caiga en el aburrimiento, aunque no se vea rodeado por un elenco que lo respalde, y que por algunos momentos parece el casting desechado por Peter Weir en El Club de los Poetas Muertos (Dead Poet Society, 1989).
Los amantes del personaje y su leyenda quizá disfruten del visionado de esta Tolkien, aunque ellos seguramente ya habían imaginado cómo fue, apoyados en la base de la infinita imaginación del escritor, pero para el espectador neófito sólo quedará un regusto a aburrimiento y telefilm.
Lo mejor: Su protagonista e intuir en qué pilares apoyó su imaginario el autor de El hobbit.
Lo peor: Plana, sin sorpresas, en la que la historia secundaria de su carrera lingüística es mucho más interesante que su drama amoroso.