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Cine Europeo

T2 Trainspotting: 20 años después

Dos palabras sobrevolaban mi cabeza al enfrentarme a T2 Trainspotting: Exigencia y decepción. Exigencia la que debía sentir Danny Boyle y el resto del equipo a la hora de encarar la segunda parte de una película que se convirtió en mito y reflejo generacional del desencanto de los noventa. Lo que en Estados Unidos derivó en el grunge, una visión oscura y casi trascendental, en Europa, y en el Reino Unido en particular, fue un movimiento mucho más lúdico, desenfadado y, por supuesto, mucho más canalla y divertido. Trainspotting (1996), fue el mayor exponente de aquella corriente. El film, una pequeña producción independiente, acabo siendo uno de las mejores películas de los noventa y sirvió para mostrar, sin autocensura, esa falta de ideales y de proyecto de vida anclado en una juventud sin esperanza y sin ganas de buscarla, todo bajo el amparo de un falso estado del bienestar. Por otro lado, decepción; veinte años son muchos años y pensar qué podían haber hecho con un film icónico daba, cuanto menos, reparo. Como cuando un equipo lo ha ganado todo, todas las competiciones en las que participa, a partir de ahí solo queda la cuesta abajo, esa era mi sensación. Pues bien, no podía estar más equivocado.

Lo primero con lo que te encuentras es que Boyle ha sido tan inteligente como para no cambiar el universo Trainspotting. Seguimos en Escocia, no se ha inventado nada que pueda resultar pretencioso, una idea que nos separase de esas vidas humildes y sin grandes aspiraciones; narrativamente hablando, nos encontramos con el mismo espacio y los mismos personajes. A pesar de ese acierto, el gran tino del director británico es contarnos la historia con absoluta coherencia. No veremos a un joven Renton diciendo: «Más o menos por entonces, Spud (Ewen Bremner), Sick Boy (Jonny Lee Miller) y yo tomamos la saludable, documentada y democrática decisión de volver a engancharnos a la heroína lo antes posible.» porque son esos mismos supervivientes tras veinte años de lucha y búsqueda de un lugar en el mundo. Han pasado de los veintitantos a rondar los cincuenta y tras muchos años de adicción, siguen vivos. Aquello que, en unas vidas trabajadas y con un compromiso de futuro, podría ser toda una eternidad, en las vidas de varios ex adictos a la heroína es el inevitable paso del tiempo, con toda la carga nostálgica que eso conlleva (otro enorme acierto del film). Porque la cinta está cargada de nostalgia, como la vida de un adicto al caballo que ya está recuperado, siempre esperando ese rush que la existencia de los simples mortales no puede conseguirles.

Gracias al trabajo de los actores y el director todo esto queda patente en T2. Para el grupo ha pasado una eternidad, también para nosotros como espectadores y para todo el equipo de la película; para Boyle, que era su segundo film, viajó a La playa (The Beach, 2000), renovó el género zombie con 28 días después (28 Days Later, 2002) y ganó el Oscar a la mejor dirección y a la mejor película gracias a Slumdog Millionaire (2006), entre otras cosas. Ewan McGregor tuvo tiempo para ser una estrella y ser Obi Wan, Carlyle fue el malo de James Bond y protagonizó Full Monty (1997)… En general, gracias a Trainspotting la carrera de todos se disparó y ahora, dos décadas más tarde, vuelven a encontrarse en ese mismo Edimburgo donde parece que no ha pasado el cruel tiempo. Por eso, al ser los mismos, hay lugar para esos instantes “puro Trainspotting”, los de conseguir dinero rápido y disfrutar el momento y otras secuencias que hacen referencia al primer film: un baño público, una discoteca, viejas traiciones…

Estará equivocado el que busque las mismas viejas locuras, hemos cambiado y ellos han cambiado, pero seguimos siendo los mismos. Por esta razón, cuando vemos la película, lo hacemos con una sonrisa perpetua en la cara, añorando esos salvajes momentos que ya no volverán, tarareando continuamente Lust For Life de Iggy Pop o como en las reuniones de los amigos de toda la vida, contando las mismas batallitas que nos hacen volver a tener aquellos veinte años una vez más.

Lo mejor: la escena en la congregación protestante.

Lo peor: que las expectativas no dejen apreciar lo admirable de la propuesta.

Por Javier Gadea
@Javichul
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