Decir algo positivo de esta película se me antoja harto complicado. Hay algunos filmes que no merecen tener secuelas ni remakes. Este es uno de ellos. Ni la primera parte aportaba nada al cine ni esta segunda película hace algo diferente. El género de la comedia, entiendo yo, ha evolucionado en el siglo XXI hacía algo bastante más interesante que lo que aquí propone el director. Si mirásemos hacía atrás descubriríamos que Superpoli en Las Vegas no difiere mucho de aquellos cortos del cine mudo a los que se les llamó slapstick porque tenían en la broma de humor físico su sello de identidad. ¡Y ha pasado tiempo ya de eso!
Este subgénero de la comedia está aquí representado en la figura del agente de seguridad Paul Blart, interpretado por Kevin James, quien sufre todo tipo de golpes y caídas para deleite del personal. No faltará la típica pelea con un animal exótico que ya habíamos visto en filmes anteriores ¿se acuerdan de la lucha con avestruces en ¿Colega dónde está mi coche? Así que prepárense para una ración extra de tortazos y bofetadas sin sentido.
Ni siquiera la tierna historia paterno-filial que aparece entre golpe y golpe está bien tratada. Se pierde al darle un enfoque dramático que no tiene nada de lacrimógeno. Todo lo contrario, provocará una leve sonrisa entre el público que vaya a ver este largo.
Estoy convencido de que Andy Fickman ha visto las películas de Torrente porque hay tantos puntos en común con ellas que se me hace difícil pensar que no las haya visionado. En vez de elegir a un policía ejemplar ha optado por la figura del guardia de seguridad de centro comercial que en Estados Unidos nunca pasa desapercibido y que en esta ocasión es capaz de llevar él solo el peso de toda la película. De nuevo, el país norteamericano vuelve a enarbolar la bandera de que ellos son los mejores del mundo y lo demuestra presentándonos al hombre más casposo e inútil de su país que, curiosamente, puede convertirse en el salvador, en este caso, de unas obras de arte. No solo eso sino que puede atraer físicamente a la mujer más bella que ha visto con solo su presencia. Algo del todo surrealista.
El guion, totalmente insufrible, vuelve a padecer del mal que a menudo inunda la comedia actual norteamericana. Un humor absurdo que solo tiene gracia dentro de sus fronteras y unos tópicos que ni sorprenden ni sirven para pasar un buen rato. Ni los efectos especiales salvan a este tipo de producciones, ni la música o la fotografía tienen valor aquí. Parece que se ha recortado tanto el presupuesto que no merece la pena gastarse algunos miles de dólares en tales menesteres.
Mi consejo personal es que el tiempo libre que se tenga no se aproveche visitando el cine para ver este film o al menos con la idea de que se va a ver una buena comedia. La decepción puede ser muy grande y no estamos en unos tiempos en los que nos sobren los euros. Si uno quiere reírse de unas situaciones del todo irreales y carentes de sentido entonces ¡esta sí es su película!
Lo mejor: una película que se ríe de sí misma y que consigue su propósito.
Lo peor: que no nos vamos a reír nosotros.
Por Pablo Parrila.
@humusus