Los años cincuenta supusieron la confirmación de EE.UU como potencia líder mundial y ejemplo máximo del triunfo del capitalismo y las políticas liberales. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, apoyándose en la fuerte industria del automóvil, experimento un crecimiento de su economía que afianzaba los principios del estilo de vida americano. Para que todo ese engranaje funcionase era necesaria una clase media sólida, con una renta per cápita cada vez mayor, que revirtiese esos beneficios en forma de consumo. La mayoría de hogares tenían televisión, coche y se crearon barrios para el nuevo burgués donde todo funciona… si tenías la gran suerte de haber nacido blanco.
En uno de esos barrios sitúa George Clooney su última cinta, Suburbicon (2017), aludiendo al nombre de esa zona residencial aparentemente ideal, donde la llegada de una familia negra provocará reacciones airadas que desembocarán en disturbios. Al mismo tiempo, se produce un secuestro y asesinato en la vivienda de al lado.
El guion (escrito a cuatro manos por el director, Grant Heslov y Joel y Ethan Coen) nos remite claramente a historias firmadas por los famosos hermanos, desde Sangre fácil (Blood Simple, 1984) a Arizona Baby (1987), pero por encima de todas es inevitable ver la película y acordarse de Fargo (1996). Y es que hay mucho del universo Coen en el film: personajes aparentemente normales que no soportan su anodina existencia y que acabarán cometiendo actos para los que no están preparados; villanos muy malos y muy torpes cegados por la avaricia; situaciones absurdas que transitan por lo cómico y lo patético… Sin embargo, el principal problema del film es, precisamente, no haber sido dirigida por los Coen.
Clooney es un tipo dotado para la comedia delante y detrás de la cámara. Las colaboraciones con los Coen o con Steven Soderbergh son una muestra de ello, no tiene miedo a reírse de sí mismo y de su imagen de galán y mito sexual. En Suburbicon parece querer ponerse demasiado serio; por momentos, no sabemos si nos quiere contar una historia en la dinámica tragicómica de Fargo o quiere mostrarnos un film más cercano a A sangre fría (In Cold Blood, 1967) y su perturbador drama. Su indisimulada mirada política y la equiparación con la era Trump, hace que no quede definido el rumbo de la película, y al no dejar claras sus verdaderas intenciones mediante una determinada y firme apuesta por la crítica o por jugar la carta de la comedia alocada, donde la película tiene sus mejores momentos, el objetivo se antoja incompleto y difuso.
Esa falta de definición es la responsable de que la cinta no pase de ser un film correcto y bien ambientado, fotografiado con el talento de Robert Elswit, colaborador habitual de Paul Thomas Anderson y ganador del Oscar por Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007). Está bien interpretada y tiene unos secundarios que mejoran la función, pero a uno se le queda la sensación de haber visto otras veces un desarrollo similar que, por momentos, se vuelve de lo más previsible. Debido a estas razones que giran en torno a una falta de contundencia en la dirección, Suburbicon es, posiblemente, el film con menos personalidad de George Clooney.
Lo mejor: Oscar Isaac, el personaje más Coen y auténtico «robaescenas».
Lo peor: Por momentos, la película se toma a sí misma demasiado en serio.