John Lasseter dijo una vez que «La calidad es una gran estrategia de negocio». El miembro fundador de Pixar, que se ha tomado unas vacaciones debido a ciertos temas delicados con respecto a su comportamiento (pero esto es otra historia), tenía muy clara la línea que seguiría la factoría del flexo, una productora que ha sabido conjugar la calidad de sus proyectos con la necesidad de producir películas en cortos períodos de tiempo. Es ahora, con el inteligente paso atrás de Lasseter, cuando parece haber cogido definitivamente la batuta creativa otra de las grandes figuras de la historia de Pixar: Pete Docter, la mente brillante detrás de hitos como Monstruos, S.A. (Monsters, Inc., 2001) Up (2009) y Del revés (Inside Out, 2015)
Con un curriculum como este, no es de extrañar que el realizador haya vuelto a dar en la diana: Soul (2020) es el enésimo puñetazo en la mesa de Pixar, compañía acostumbrada a mantener en la zona más alta los estándares de calidad de una disciplina -la animación por ordenador- con más competencia que nunca. Pero quién dijo miedo; sin reparos por dar a luz prodigios que desafían a los profesionales que intentan seguir la estela pixariana desde otras productoras (Dreamworks, Illumination, Sony o la propia Disney), éstos mantienen la cota en lugares poco accesibles. Con la vitola de favoritos siempre y la presión que esto conlleva, los artistas de Pixar lo han vuelto a hacer.
Y es que Soul abarca mucho y muy bien. El film de Docter se agarra a ciertos conceptos vistos en el diseño de personajes y contextos complejos de Del revés -la comparación resulta inevitable- para construir una historia muy diferente que, sin embargo, vuelve a apelar al yo interior para hacer un ejercicio de reflexión. La nómina de personajes que nutren este relato existencial, divertidísimo y muy emotivo, vuelve a ser uno de los aspectos destacados. Alrededor de ellos se va gestando una película llena de ritmo y con moraleja(s) que lanza diversas preguntas a su paso: desde el quiénes somos y dónde vamos habitual, hasta cuál es nuestro propósito, pasando por hasta dónde llegar por alcanzar nuestros sueños. En apariencia todo muy de orden del día de coach emocional pero pasado por el talentoso filtro de los creativos de Pixar, cuyo mérito no es plantear estas preguntas, sino poner sobre la mesa si son esas cuestiones las que de verdad debemos hacernos.
Al ritmo de Jon Batiste y el imponente dúo formado por Atticus Ross y Trent Reznor, que se alternan en una excelente banda sonora, Soul nos obnubila en una primera media hora fascinante, llena de estímulos que seducen los sentidos y que dan paso a un tramo más terrenal -quizá también más convencional en lo narrativo- para volver nuevamente a dominios del «Más atrás». Es precisamente en ese lugar marca de la casa donde juguetean las mayores fortalezas de Pixar: la lucidez argumental, el diseño de personajes y entornos, o la facilidad para plantear ciertas preguntas necesarias (y quizá incómodas) que otras producciones tienden a edulcorar. La película nos mira directamente para afirmar que merece la pena vivir con propósitos, metas y sueños, pero a su vez nos lanza con una enorme sonrisa una pregunta sonrojante: ¿nos paramos a disfrutar del camino?
Lo mejor: Sus brillantes diálogos y un diseño de personajes, situaciones y entornos al alcance de muy pocos.
Lo peor: No poder verla en pantalla grande es catastrófico.