¿Qué convierte a un hombre en héroe? Este es uno de los grandes temas que se presenta con más frecuencia en todos los western de la historia. En El Hombre que Mató a Liberty Valance (J.Ford, 1962) o en Sin Perdón (C.Eastwood, 1992), por poner dos ejemplos separados en el tiempo, nos hacían reflexionar sobre la figura del héroe en un mundo carente de normas morales. En plena crisis de las representaciones de género clásicas aparece un western que vuelve a cuestionar el papel del héroe. La figura prototípicamente masculina hoy en día ya no se tiene en pie y en ese vacío Slow West encuentra su sitio.
En su primera película, John Maclean nos relata la historia de Jay (Kodi Smit-Mc-Phee) un jovencísimo noble británico que ha decidido cruzar el desierto para reencontrarse con su amor, viéndose obligado a hacer alianza con un forajido (Michael Fassbender) para sobrevivir. Jay es un pez fuera del agua, un protagonista que no encaja en el salvaje oeste. Como pasaba en la paródica Mil Maneras de Morder el Polvo (Seth McFarlane, 2014), en esta película el espectador no tardará en preguntarse cuánto tiempo duraría vivo alguien medianamente normal en un sitio tan cruel como este.
Dos universos chocan al encontrarse estos dos viajantes, pero inevitablemente el personaje interpretado por Fassbender acaba acaparando gran parte del protagonismo de la cinta. El público no puede evitar fascinarse de nuevo con el enésimo John Wayne, un tipo callado y misterioso pero dotado de cierta humanidad. Es imposible no pensar en las películas de los hermanos Coen o en el cine de Tarantino al ver Slow West. Estamos frente a otro western posmoderno, una película que se cimenta sobre los grandes clásicos del género pero utilizando un lenguaje propio de nuestra época. Como en otros títulos actuales pertenecientes a su género, Slow West es una película sin grandes lecciones de moralidad y cargada de ironía. En las películas del oeste clásicas normalmente había un personaje gordinflón y borrachín que apenas era capaz de subirse al caballo cuya misión era hacer reír al público y relajarlo entre tiroteo y tiroteo, pero en esta película encontramos que el humor surrealista nace de las acciones de nuestros héroes.
La música acentúa ese carácter absurdo y caótico de un lugar donde la vida ya no vale demasiado. Su banda sonora recuerda a la de algunas películas de los Coen. Como en Fargo (J.Coen, 1996), los temas musicales principales de Slow West forman una especie de solemne réquiem dotado de cierto aire burlesco; notas graves y sostenidas interpretadas por cuerdas sirven de colchón para melodías ternarias ejecutadas con pizzicatos y adornadas con una serie de instrumentos típicos del folk americano.
Slow West, pese a su modernidad, no deja de ser un western clásico, una película del oeste donde al mirar a sus héroes con lupa se les ven las fisuras. Ese diálogo con el cine clásico se hace especialmente patente en su último plano, en ese momento Mclean decide revisitar Centauros del Desierto (J.Ford. 1956). Pero hoy en día todo ha cambiado y hasta John Wayne ya no es el mismo.
Lo mejor: el juego que propone al volver a interpretar un western clásico desde la actualidad. La opción perfecta para los amantes de este género.
Lo peor: pueden cansar sus continuos recursos oníricos, voces en off, pequeños flashbacks y conversaciones explicitas que tratan de explicar lo que el espectador ya entendió.
Por Alberto Sierra
@Albegto