Hay películas y lo que yo llamo películas-experiencia. «Shame» es una vivencia extrema en toda regla, un relato tan duro, realista y explícito, que su visionado conseguirá no herir, si no violar la sensibilidad de más de un espectador por duro que este sea y es que los trabajos de McQueen en la dirección, Fassbender y Mulligan, son sencillamente impresionantes. Otra cosa es que la Academia se lo haya pasado por el forro y no haya nominaciones en ninguno de los casos (la vida no es justa, dicen)
Curioso y llamativo el caso de este director, Steve McQueen (ya solo por el nombre merece mención especial) Ha dirigido y guionizado dos películas (hasta 2013 no veremos la tercera, «12 Years a Slave«) y ambas han sido éxitos de crítica y público, ambas han tocado temas realmente delicados y ambas han conseguido que Michael Fassbender haya demostrado porque es uno de los actores de más talento de su generación. «Hunger» (sobre la huelga de hambre de presos del I.R.A. en 1981) y «Shame» son dos tour de force de su protagonista y dos historias que llevan al espectador a visitar lo más profundo de la condición humana. Por esto, McQueen parece un director comprometido y sin límites y esperemos que no se adulteren sus ganas de contarnos historias con ese estilo tan directo y devastador que lo está haciendo tan personal.
«Shame» cuenta la historia de Brandon Sullivan (Fassbender), un ejecutivo treintañero cuya adicción al sexo comienza a tomar tintes incontrolables que, de manera creciente, comienzan a alterar sus hábitos y rutinas diarias, agudizándose con la aparición de su hermana (Mulligan), una mujer deficitaria que trastornará aun más la ya difícil existencia de Sullivan.
Pues bien, se comen la pantalla, literalmente. El trabajo actoral es tan sincero e implacable, que se hace asfixiante. La historia se torna brutal, sin miramientos y no se tiene piedad al mostrar los enormes problemas de comportamiento que acarrea una adicción tan dura como real, capaz de llevar a una persona con una vida «normal» a morir metafóricamente convirtiéndose en una marioneta de sí mismo, manejados los hilos por unos impulsos incontrolables que harán que el protagonista toque fondo,lugar donde la ética y la moral se distorsionan de tal manera que es imposible reconocerlos como valores porque, realmente, terminan por desaparecer. Y que nadie haya pensado que Michael Fassbender(*) merece, al menos, una nominación como mejor actor…tiene cojones.
Así que eso es lo que nos ha contado Steve McQueen. Ha construido un relato demoledor que enfatiza con un uso muy eficaz del primer plano y de la cámara en mano, con una acertadísima (e inusual para un compositor poco conocido) partitura a cargo de Harry Escott, que enardece los momentos de clímax.
En definitiva, un relato ambientado en Nueva York, la capital mundial del consumo, donde, literalmente, se consumen hasta las personas. Una historia que provocará una sensación quizá insidiosa y desasosegante cuando uno salga de la sala de proyección, sí, provocación en estado puro. Cine con mayúsculas.
(*) Michael Fassbender ganó la copa Volpi en Venecia como mejor actor y estuvo nominado para los Globos de Oro.
El trailer.