La idea de que el festival finalice tiene dos consecuencias principales: por un lado, el saber que se recuperarán las horas de sueño acumuladas, muy necesario para que el cuerpo responda; por otro, empezar a pensar en la edición del año próximo, una reacción espontánea imposible de evitar. El final del certamen llegó y tú partirás, venía a decir -aquí manipulada- la triste canción del Dúo dinámico. Es lo que toca.
Mientras tanto, seguimos viendo las últimas películas y acumulamos ya un buen montón de las que os queremos hablar con la misma rabia y pasión de siempre, incluida la Película sorpresa. Spencer (2021), dirigida con maestría por el chileno Pablo Larraín, es la historia de un fin de semana, tres días en la vida de Diana de Gales a la que espectador verá llorar las penas a la vez que intenta, en un infructuoso esfuerzo liberador sensorial y utópicamente físico, escapar de esa cárcel palaciega que resultó ser la familia real inglesa. Un equipazo detrás del film -además de Larraín, Maren Ade (productora), Steven Knight (guion), Claire Mathon (DOP), Jonny Greenwood (BSO) o Guy Hendrix-Dyas en la dirección artística- sustenta una película compleja desde su concepción que rápido se desembaraza del halo de biopic convencional para dar paso a una experiencia seductora con una Kristen Stewart en plena forma.
En esta última parte del evento, los trabajos españoles dan una de cal y una de arena. Si El buen patrón (2021), divertidísima y mordaz, La abuela (2021) y Quién lo impide (una joya dirigida por Jonás Trueba) cumplen y sorprenden con creces, La hija (2021), de Manuel Martín Cuenca (Caníbal), Mediterráneo y Las leyes de la frontera (bochornosa por momentos), se estrellan contra la ambición imposible de sus producciones y presupuestos, y ciertas ínfulas que acaban siendo un quiero y no puedo. Existe un determinado tipo de película española cuyos equipos se empeñan en pasar por el filtro de la espectacularidad de Hollywood, cuando alcanzar ese objetivo depende, en un porcentaje altísimo, del dinero que se maneje para hacerla. Cuando no hay todo lo que debería de haber, las consecuencias son tan desastrosas como en la película de Daniel Monzón.
A falta de una presencia más numerosa en el festival, China ha presentado en la Sección oficial Fire on the Plain (2021), una película un tanto errática y difusa que impide centrar del todo la atención en su argumento, pues es difícil aferrarse a un guion carente de fuerza y personalidad. Justo lo contrario logra Undercover (Enquête sur un Scandale d’Etat, 2021), otro ejemplo de la calidad del cine francés y de su compromiso social y político con la verdad y la transparencia. Dirige Thierry de Peretti, que ya había dado muestras de un discurso de lo más intencional con Les Apaches (2013) y A Violent Life (Une vie violente, 2017).
A la brillantez documental de la ya comentada Quién lo impide que, en la línea de El año del descubrimiento (2020), resulta un estudio generacional divertido, moderno y conmovedor al mismo tiempo, se unen Una película de policías (2021) y The Velvet Underground (2021). Radicalmente opuestos en sus formas y en el tiempo donde se desarrollan sus historias, los documentales del mexicano Alonso Ruizpalacios y el estadounidense Todd Haynes respectivamente, utilizan los diferentes recursos cinematográficos para para solapar imágenes y unas voces con otras. El objetivo, contar eventos reales, llega al espectador de maneras muy diferentes, pero también diferenciales. Ruizpalacios y Haynes son, al fin y al cabo, dos autores a los que merece la pena seguir muy de cerca.
Acabamos con tres películas de la sección Perlas: La crónica francesa (The French Dispatch, 2021), Todo ha ido bien (Tout s’est bien passé, 2021) y Red Rocket (2021). En la primera, el iluminado -sin sorna- Wes Anderson anaboliza la estética de sus películas para dar a luz un trabajo que multiplica sus rasgos de identidad. Los fans del director de Texas disfrutarán de lo lindo, pero quizá no tanto los que en cada ocasión lo juzgan con dureza. No hay ligereza en la película de Anderson, aunque sí una personalidad que parece haber alcanzado el cénit creativo. Por su parte, François Ozon vuelve a demostrar sensibilidad y una eficacia total con un relato sobre la decisión de morir que, si bien no resulta muy trascendente, sí plantea un tema delicado que desarrolla y cierra con la clase habitual del director francés. Con una propuesta radicalmente diferente se ha presentado en Perlas Red Rocket, un cuento urbano plagado de personajes marginales sobre las andanzas de un ex actor porno (en este caso Simon Rex, que también lo fue en el pasado) y su relación con el mundo. La película de Baker, que es un autor peculiarísimo, sigue las idas y venidas de este perdedor con encanto, pero a la vez pretende zarandear al público con críticas al trumpismo -o sea, a medio país- y al abandono estamental de ciudades y barrios periféricos de muchas de las grandes urbes estadounidenses.