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La lista de Schindler: Jamás olvidar

EL COMPROMISO

Se dice que Steven Spielberg, de ascendencia y familia judía, sintió una fuerte necesidad cuando decidió afrontar el, quizá, proyecto más importante de su carrera, aquel que le infundía un profundo sentimiento de deuda: La lista de Schindler (The Schindler’s List, 1993).

Al principio, cuando fue conocedor de la historia que leyó en una reseña del New York Times sobre la novela de Thomas Keneally El arca de Schindler (Schindler’s Ark, 1982) y gracias también al empuje de uno de los supervivientes de la barbarie, Poldek Pfefferberg, la misión le abrumaba sobremanera. Se trataba de enfrentar un tema de temática muy personal, cercano y profundo, así que trató de encargarle el proyecto a otros grandes nombres del momento como Roman Polanski (hijo de polacos asesinados en Auschwitz) y Martin Scorsese. Sin embargo, a finales de los ochenta y principios de los noventa y de la mano del auge de los movimientos del Neonazismo, el surrealista Negacionismo del Holocauso y de la caída del Muro de Berlín, Spielberg decidió que era el momento de enfrentarse al proyecto de su vida.

La lista de Schindler trata sobre el acercamiento; el intento de ponerle rostro al horror, al dolor y a la infamia. Más adelante aplicaría el mismo método, es decir, una manera determinada de abordar y acercarse, en otros filmes de temática humanista, a sucesos y situaciones de crisis humanas –Munich (2005)-, conflictos bélicos –Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998)- o cuestiones políticas –Lincoln (2012)-. En la película sobre el empresario nazi, el realizador prescindió de su habitual y gran puesta en escena en favor de la cámara en mano y una fotografía en blanco y negro que retrata con realismo el ambiente decadente y sórdido de los campos de concentración además de dotar el metraje de un estilo documental nunca antes utilizado en su filmografía.

Steven Spielberg junto a Ben Kingsley y Liam Neeson durante el rodaje de la película.

VALORES FORMALES

El realizador norteamericano dio un paso de gigante con la finalización del rodaje de La lista de Schindler. A la postre el film iba a resultar un ejercicio de estilo de auténtico lujo, pues ninguna de las decisiones formales fueron tomadas a la ligera. El blanco y negro daría la oportunidad al espectador de ser testigo de la barbarie no solo a través de todas las escenas del gueto de Cracovia o los campos de Plaszów y Austchwitz, sino mediante otro duro golpe de realidad con la metáfora de la niña de rojo, único elemento a color de toda la película. Curiosa y afortunadamente, Spielberg se negó en rotundo cuando el presidente de Universal Pictures, Tom Pollock, le pidió filmar en un negativo a color, para así crear y vender copias VHS en color.

Por otro lado, la mayoría de escenas en las que aparece el personaje que interpreta Liam Neeson, el afiliado al partido nazi Oskar Schindler, Spielberg decidió utilizar planos fijos y encuadres más académicos aunque no por ello convencionales. En cada fotograma, la cámara que capitaneó el gran Janusz Kaminski embellecía las diferentes situaciones que se narraban con la mirada del testigo mudo y calmado. De esta forma, Spielberg compuso planos de gran belleza: juega con los claroscuros en la presentación de Schindler en un restaurante plagado de oficiales alemanes, utiliza reflejos en cristales para los vistazos del empresario a la fábrica desde su despacho, o usa la técnica de la continuidad cinematográfica -también conocida como match-up– en los títulos de crédito iniciales, donde una familia judía reza rodeando unas velas. Sin embargo, el lenguaje cambia repentinamente para las secuencias más explícitas: la cámara al hombro se convierte en la manera en la que Spielberg pretende reflejar el caos y el miedo, la angustia y la incertidumbre. No hay lugar para que el objetivo descanse mientras los judíos son registrados antes de ser trasladados o llegan a los campos de exterminio. La cámara se muestra nerviosa, como los personajes que desfilan por algunas de las escenas más tremendas de la película y que el sabio Michael Kahn, habitual del equipo de Spielberg, monta con la habilidad propia de los mejores editores de siempre. Las elecciones de Spielberg en este y otros sentidos, vistas en perspectiva y en su conjunto, confirmaron su madurez como director.

Por su parte, resulta inolvidable el trabajo de John Williams. El veterano músico, hoy convertido en el más laureado de todos los tiempos, compuso una partitura que hizo protagonista al violín y uno de sus maestros: Itzhak Perlman. Williams entendió la gravedad de la historia y dio a luz un trabajo asombroso, lleno de variantes aunque comandado por un tema central conmovedor y siempre en consonancia con el desarrollo del relato. De esta forma, The From Schindler’s List y Remembrances se dan la mano para protagonizar gran parte de la composición a partir de acordes delicados pero en los que participaría la orquesta en toda su amplitud, mientras que otros tracks como Auschwitz-Birkenau, Jewish Town o Inmolation les dieron la réplica mediante sonidos más tenues y pesimistas. Finalmente, en algunos de los tramos de la banda sonora se escuchan las bellas notas de un clarinete, varios solos que interpretó el argentino Giora Feidman.

ANÉCDOTAS

El tremendo éxito de la película dio alas a Steven Spielberg para crear la Fundación de Historia Visual Supervivientes de la Shoá, destinada a construir un archivo de testimonios de gran cantidad de posibles supervivientes del Holocausto. Además, parte de las ganancias sirvieron para financiar documentales como Recordando a Ana Frank (Anne Frank Remembered, 1995) o The Lost Children of Berlín (1997).

Algunos especialistas señalaron que el agua se usó como elemento liberador en la película. Basta recordar la escena en la que Schindler riega con una manguera un tren atestado de gente o aquella en la que un grupo de mujeres que acaba de llegar al campo de Auschwitz recibe una ducha real, justo cuando esperaban el final, ser gaseadas. Visto así, podría darse cierta credibilidad a tales teorías.

La ya icónica «niña de rojo» que aparece en un momento determinado del film fue interpretada por la polaca Oliwia Dąbrowska, que tenía tres años cuando rodó la escena. Por absoluta casualidad, el personaje es similar a Roma Ligocka, una niña del gueto de Cracovia que vestía un abrigo rojo y que sobrevivió al Holocausto. Según Spielberg, aquella aparición del color a través de la pequeña simbolizaba la ceguera consciente del mundo ante el Holocausto, drama humano del que ya se tenía conocimiento.

Spielberg no pudo rodar en el interior del campo de exterminio -hoy museo del Holocausto- de Auschwitz. Al enterarse de las intenciones del director, el Consejo Mundial Judío, se negó a su utilización con fines comerciales. Su vicepresidente por aquel tiempo, Kalman Sultanik, presentó una protesta oficial en la Embajada polaca en Washington contra lo que calificó de «aprovechamiento del museo de Auschwitz».

Existe metraje de la ejecución de Amon Göth tras la llegada de los aliados a tierras polacas. El infame oficial de las SS y comandante del campo de concentración de Plaszów, juzgado como criminal de guerra y declarado culpable de ordenar el encarcelamiento, la tortura y el asesinato de numerosas personas, fue interpretado de manera escalofriante y veraz por el actor británico Ralph Fiennes.

Por Manuel Rodríguez y Javier G. Godoy
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