Presentada en el Festival de cine de Venecia en el año 2013, la película dirigida por Jonathan Glazer generó un gran debate en el mundo de la crítica. Alabada por unos, despreciada por otros; de obra maestra, a increíble estupidez; algunos la tildaron de maravillosa, otros de estridente y tediosa… El debate estaba servido, pero las distribuidoras españolas no lo vieron claro y nunca llegó a las salas en este país, donde sí que se ha podido ver en plataformas como Filmin o directamente en DVD y Blu-Ray. Al menos hasta ahora, pues Avalon decidió a principio de años que una cinta de este calibre psicotrópico merecía ser proyectada en salas. Y así será, a pesar de que su estreno haya sido pospuesto de marzo a julio por la urgencia sanitaria, ahora podremos evaluar en pantalla gigante una cinta que quizás haya que afrontar más como una experiencia.
Un inicio puramente acrobático enlaza nuestro planeta con las galaxias más lejanas, una pirueta parabólica de excitante belleza gracias, en parte, a su sabor cercano al viaje intergaláctico protagonizado por Dave en 2001: Una Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968). Electrizante y magnético en la búsqueda de la perfección y la comunión de formas circulares junto sonidos estridentes. Así se muestra la creación de un ser cuya aventura terrestre seguiremos atónitos durante el resto del metraje, aferrados a las formas de una Scarlett Johansson que no teme hacer frente a ningún papel. En este caso, la británica busca -y logra- aterrarnos con un enlace entre lo celestial y dominante, y lo terrenal y desnudo de nuestros seres. Se muestra sobrecogedora, a la vez que realmente atractiva.
Si su potente puesta en escena inicial no termina de convencer, estás perdido, porque habrá ración doble. Este experimento antinatural y psicológico, firmado por un fantástico Glazer, consigue crear un perseverante movimiento desde la apariencia estática; formando una extensa divagación entre la realidad y el sueño que envuelve todo lo aparente en un halo de terror enigmático en derredor de una figura que evoluciona junto a la película. Lo que en principio era una temible criatura preconcebido para la utilización de especímenes humanos encontrados al azar, se convierte en un estudio de personajes desarraigados y grotescos que infunden una nueva concepción de ser en la protagonista desde sus propias experiencias. La razón de esta criatura vence a la convicción infundida por sus superiores, pone en duda los ideales preconcebidos para explotar las posibilidades del ser y jugar un rol del que antes huía (al que antes cazaba). Se desarrolla una nueva etapa de la película a partir de su encontronazo con la amabilidad, al ser ayudada tras la caída, y la empatía: momento clave tras su encontronazo con Adam Pearson (espejismo inconfundiblemente Lynchiano) en el que el continuo juego de perversión erótica, rozando lo bizarro, de la escena crea una conmoción cinéfila de arte difícil de explicar, con un sentido puramente abstracto que busca la esencia de la imagen y su belleza más allá de lo que vemos.
Así surge su conocimiento y su razón, su nuevo ser quiere crecer y entender; el conocimiento abre sus puertas, libera su curiosidad y consigue emprender un viaje hacia el aprendizaje de su persona, canalizando la búsqueda del ser y el sentido a raíz de la experiencia como persona y ya no como criatura. Comienza así a conocer su yo interior y físico, dejando una escena espectacular de Scarlett al desnudo en todos los sentidos, mientras su personaje conoce su poder femenino ante el espejo. Su transformación tras la experiencia directa con la vida es la clave de una película en la que su razón de continuo ensueño transforma nuestra percepción; dejamos de juzgar para dejarnos llevar por un sendero de perfecta e intrigante serenidad.
Es un excéntrico escaparate de tensiones sin resolver, erotismo y creación. Un acierto en cada nota musical, cada plano y cada paso hacia atrás, que crea una visión sobre nuestra valoración del aprendizaje y el conocimiento adquirido, nuestra concepción del ser y el individualismo, así como una reflexión sobre la naturaleza propia del hombre: siempre vacilante entre el bien y el mal. Todo ello desde la experiencia de esta criatura intergaláctica con aquellos hombres con los que se cruza para experimentar esos sentimientos tan humanos como son el odio o el amor. La ciencia-ficción vuelve la mirada «bajo nuestra piel» para hacernos partícipes en un viaje de bella confusión.