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Cine Europeo

Todo saldrá bien: Sus últimas palabras

“¿Sabes una cosa?, yo creo que sale de dentro, lo de venirse aquí a llorar a la puerta, dándole la espalda a la casa. Yo también lo hice cuando te fuiste. Es la hostia eso de las estrellas. Una se queda mirando el cielo y se siente chiquitita y lloras más y te desahogas mejor.”

La enfermedad tiene la capacidad de irrumpir de golpe en los hogares para ir consumiendo, poco a poco, el oxígeno, provocando una inexorable asfixia existencial que se apodera de quienes se enfrentan o padecen los síntomas que van extinguiendo la vida. Esa es la realidad de Isabel (Isabel Ampudia) y Mercedes (Mercedes Hoyos), dos hermanas que esperan la inminente muerte de su madre. Todo saldrá bien, el último largometraje de Jesús Ponce, ahonda en uno de los problemas de mayor calado social de nuestros días (la dependencia por enfermedad) a partir de un guion que no ha perdido vigencia y trascendencia a pesar de llevar escrito doce años.

Ponce introduce al espectador en el hogar de esta familia, un hogar infectado, para mostrar un único aspecto: las secuelas que el acto de agonizar va dejando a su paso. Y es aquí donde reside el acierto del realizador: centrar la atención y diseccionar lo que, a priori, parece secundario empleando el fuera de campo. Isabel y Mónica dan la espalda a la casa cuando salen a coger aire, pero es un acto inútil. Lo que sucede en ese fuera de campo contamina las imágenes de lamentos y gemidos que impiden desconectar o huir. El sufrimiento de un ser querido, lejos de producir indiferencia, obliga a estas hermanas a dilucidar sus propias vidas y su relación en un largo diálogo que se extiende durante los días de espera.  La conversación termina siendo un flujo continuo de ataques con matices de arrepentimiento y envidia, pero también de cariño y necesidad. La presencia del miedo, del cansancio o incluso de la incertidumbre, quita la venda que retiene la verdad guardada, enquistada o protegida, una verdad que ambas actrices ofrecen al espectador con tal naturalidad e intensidad que hacen posible la empatía y la comprensión de dos posturas vitales tan distintas entre sí.

¿Y cuando ya está todo dicho? Todo saldrá bien se compone de palabras (las imágenes quedan supeditadas a ellas) que muestran la confrontación de dos mujeres de mundos opuestos con un nexo común (quizá el más importante), que no desaparece, que pervive, y que te recuerda quien eres. Las palabras son importantes, son esenciales en una narración que sabe focalizar y desdeñar lo que distrae. Nunca se deja de oir, la escucha pasa a convertirse en el canal de comunicación ininterrumpido para el público y los personajes. Ellas se abruman con su situación y despojan sus lágrimas en el océano de estrellas que cada noche llama a su puerta. Es en ese momento en que puedes abrir, soltar, gritar o simplemente llorar, cuando más unido te sientes a lo que parece ser universal, el sufrimiento. Las palabras compartidas no traen liberación, pero sí acerca los mundos de estas mujeres que consiguen entender que para poder enfrentar cualquier situación, basta con no sentir que estás sola.

Lo mejor: la interpretación de Mercedes Hoyos e Isabel Ampudia.

Lo peor: su precipitado final, posiblemente innecesario.

Por Cristina Aparicio
@Crisstiapa
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