No se apellida Spielberg, ni Scorsese, ni Fincher. Tampoco Anderson, ni Iñárritu, ni Malick. Su nombre es Asghar Farhadi. Grabadlo a fuego en vuestra mente, al igual que se grabarán sus películas. Haced propósito de enmienda, pues el talento se encuentra en cualquier parte del mundo. También en Irán.
Lo primero que haremos será pedir disculpas por el «tirón de orejas» a aquellos lectores de este artículo que ya sean conocedores de la filmografía del privilegiado director iraní, un verdadero especialista en contar historias de esas que le pegan a uno en la butaca. Relatos implacables, conmovedores, de los que remueven conciencias, de los que las fulminan.
Farhadi maneja a la perfección la tensión narrativa de la que gozan sus historias. Cada película, desde su ópera prima Dancing in the Dust (2003), esconde una dura disección de la naturaleza humana que el director y guionista convierte en una suerte de atípico thriller social, dramático y desgarrador. Nos agarra y nos aprieta, después nos suelta doloridos, conmovidos por la fuerza de los poderosos relatos en los que transforma sus largometrajes.
SOY UN GRAN CINEASTA, LUEGO EXISTO
Paradójicamente, no es hasta el 2009 cuando el panorama cinematográfico repara en su enorme talento (aunque con Fireworks Wednesday (2006) ya había ganado dos premios en festivales menores como el de Las Palmas y Chicago). Su cuarta película, A propósito de Elly (Darbareye Elly, 2009), gana el Oso de Plata al mejor director en el Festival de Berlín de aquel año. También se alza con el premio a la Mejor Película en el Festival de Tribeca, certamen co-creado por Robert de Niro tras los atentados del 11S que trató de reactivar la vitalidad del popular barrio neoyorquino del mismo nombre.
Y es que, para muchos, A propósito de Elly es la mejor película del realizador. Con una sencillísima puesta en escena, Farhadi construye un film demoledor apoyado en la fantástica labor de sus intérpretes, entre los que se encuentra Shahab Hosseini, uno de sus actores fetiche. El guión del director bien podría haberse transformado en una película repleta de formalismos o de excesiva teatralidad, sin embargo, el film se revuelve con rabia y ahuyenta todos esos fantasmas acabando por convertirse en un intrigante y feroz relato, un drama que analiza con contundencia la sociedad iraní y que, de manera simultanea, propone al espectador un interesantísimo ejercicio de lo más hitchconiano.
VENI, VIDI, VINCI
Solo necesitó dos años más para conquistar la Meca del Cine, aunque no llegó para quedarse: recogió su Oscar y se marchó.
Nader y Simin, una separación (Jodaeiye Nader az Simin, 2011) es el film con el que Farhadi acabó por encumbrarse como uno de los cineastas más destacados a nivel internacional y el más relevante de su país, con todo lo que ello implica. Es en ese momento cuando (casi) todas las películas de un director aparecen en el campo de visión de los francotiradores de los grandes festivales para después ser distribuidas en todo el mundo. El camino es largo y dificultoso, pero el premio es, en realidad, para los afortunados espectadores.
¿Crees que no te puede pasar a ti? Eso parece preguntarnos Asghar Farhadi en cada una de sus películas y es aquí, en Nader y Simin, una separación, donde nos plantea la cuestión de manera más descarada, pero también más perspicaz, porque el film es un lúcido ejercicio de cinematografía, emocionante y, gracias a sus continuas mutaciones de género, profundamente singular.
Más de diez premios internacionales, además del Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa, demostraron que la crítica se había rendido ante la evidente capacidad de un director único, imponente a pesar de su sencillas propuestas e implacable en sus conclusiones.
DESPUÉS DE LA TEMPESTAD…
No llegó la calma. Con El pasado (Le passé, 2013), esta vez rodada en Francia con Bérénice Bejo como protagonista, Farhadi vuelve a situarnos en una de sus duras e inevitables encrucijadas. El realizador vuelve a ejercer de cirujano para ejecutar otra operación de gran precisión argumental cuidada al detalle. Quizá, El pasado se esfuerza tanto en seguir la buena senda de las anteriores películas que, en ese ahínco por estar a la altura, puede llegar a mostrar alguna imperfección. Esto la sitúa en cierta desventaja con respecto a sus antecesoras, sin embargo, con eso y con todo, la película apenas nota las leves grietas de su estructura. Al final, se convierte en otro clarísimo ejemplo de la solidez con la que Farhadi dota sus trascendentales guiones.
VUELTA A CANNES
Shahab Hosseini vuelve a la filmografía de Asghar Farhadi en la película con la que participará el director en el próximo Festival de Cannes. The Sales Man, donde Hosseini y Taraneh Alidoosti interpretan a una pareja que se prepara para la representación de Muerte de un viajante, de Arthur Miller, será una de las candidatas a la Palma de Oro del certamen, así que aún está por ver si Farhadi regresa con toda la fuerza narrativa que contienen sus guiones y esa implacable naturalidad con la que nos impacta. Y es que su valentía como cineasta y sus emocionantes premisas ponen en un brete la ética y la razón, sueños y pesadillas del ser humano que el realizador iraní abre en canal para regalarnos, uno detrás de otro, varios trabajos inolvidables.
Por Javier G. Godoy
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