El cine de Antoine Fuqua, promete, en principio, además de entretenimiento una calidad contrastada. Desde Training Day (2001), por la que Denzel Washington consiguió el Oscar al mejor actor y se convirtió en su actor fetiche, hasta el remake de Los siete magníficos (The Magnificent Seven, 2016) , pasando por Shooter: el tirador (Shooter, 2007), sus filmes crean, cuanto menos, expectación. Se rodea de un equipo técnico de altura: suele trabajar con el director de fotografía Mauro Fiore, contaba con el malogrado James Horner para las partituras de la banda sonora, escriben los guiones creadores relevantes… Además, cuenta con la baza de que actores reputados quieran participar en sus películas, como el ya mencionado Washington, Jake Gillenhaal, Ethan Hawke, Mark Wahlberg o Chris Pratt. Sin embargo, da la impresión de que nunca colma la expectación creada, ya sea por falta de libertad a la hora de enfrentar esas producciones hollywoodienses, o por falta de originalidad al adaptar ciertos guiones. Está claro que su cine no tiene un determinado sello autoral, no existe ningún rasgo que lo defina como para saber que estamos ante un film Fuqua, al contrario que sucede con otros directores como Scorsese, Tim Burton o Judd Apatow, por poner ejemplos de directores que no encajan en un mismo género.
Inexplicablemente, con dos años de retraso llega su penúltima cinta, Redención (Southpaw, 2015), que narra la historia del boxeador Billy Hope y de cómo habiendo estado en la cima del mundo del boxeo, descenderá a los infiernos e intentará volver a la cumbre para estar al lado de su hija.
El film está sustentado por el buen hacer de los actores, entregados en cuerpo y alma a sus personajes. Destaca por encima de todos el espectacular trabajo de Jake Gillenhaal, una interpretación llena de verdad, compromiso y profesionalidad. A nivel físico, logró que su cuerpo fuese el de un atleta para dar credibilidad a Hope, un boxeador campeón del mundo. Forest Whitaker, tan dado a los excesos, se esfuerza por dar veracidad a su personaje de entrenador, cosa que consigue con creces; incluso la niña, Oona Laurence, crea un personaje por encima de la media. Por su parte, la factura del film es intachable gracias al buen hacer del director de fotografía habitual en el cine de Fuqua, Mauro Fiore. Tampoco se queda atrás la partitura, uno de los últimos trabajos de James Horner, que acompaña perfectamente al viaje del protagonista.
El film entretiene, y por momentos, podría decirse que emociona, se ve con facilidad y se aprecia el buen trabajo del equipo. Pero hay algo que, por desgracia, destaca por encima del resto de elementos: su falta de originalidad para contar una historia que suena a vista y oída. La narración está plagada de lugares comunes muchas veces transitados que denota una falta de creatividad palpable. No encontramos nada nuevo en la cinta, sabemos exactamente cómo será el devenir de los personajes desde el principio y vamos adivinando como serán los acontecimientos que irán sucediendo. Todo eso hace que la falta de capacidad de sorpresa prime por encima del conjunto, provocando que un buen film como este descienda de nivel y quede como una película menor. Una autentica pena.
Insisto, Redención es una película de buena factura y que logra entretener a un público no excesivamente exigente, pero no se encontrará rastro de diferencia con respecto a otros films del género en ningún momento del metraje. A estas alturas, Antoine Fuqua está demasiado posicionado como un director apagafuegos experto en realizar trabajos de encargo. Vuelve a mostrar su desidia creativa (y nos hace temblar) al anunciar su próximo film, el remake de El precio del poder (Scarface, 1983), y yo pienso: ¿no habrá un guion original que le apetezca hacer a este señor?
Lo mejor: Jake Gyllenhaal, entregado en cuerpo y alma.
Lo peor: su absoluta falta de originalidad.