Se acerca la Nochebuena y el día de Navidad, fechas especiales estas, aunque he de reconocer que mi espíritu navideño se consume según pasan los años…demasiadas cosas que no cuadran. De todas maneras, ese es otro tema y no es este lugar para exponerlo.
Por otro lado, la Navidad es una excusa perfecta para que cientos de películas nos hayan entretenido y sigan haciéndolo año tras año, sin embargo, es una realidad que la calidad de las mismas estos últimos ha decaído. Por ello, no tengo más remedio que acordarme de aquellas grandes que todos guardamos en la memoria.
Pues bien, quiero recomendar especialmente tres títulos que creo son esenciales en la filmografía dedicada a estos días tan especiales. Tres filmes de diferentes épocas que, cada uno a su manera y estilo, nos contagian del espíritu navideño nos guste o no esta controvertida festividad.
Bill Murray da vida a un ejecutivo de TV prepotente, seco, borde, soberbio y déspota. Un trocito de pan, vamos. Tras un problema en uno de sus programas decide despedir a todo el personal… pero, antes de que acabe la Nochebuena, recibirá la visita de tres fantasmas que le pegarán un buen repaso.
El cuento de Charles Dickens modernizado y adaptado a la capacidad cómica (maravillosa y enorme) del grandísimo Murray cuyo peso específico ha aumentado con el paso de los años.
Peli con moraleja, claro, pero que año tras año y gracias a la TV hemos podido visionar una y otra vez, mirándola con el mismo ramalazo infantil que la primera vez nos hizo guardarla en nuestro coranzocito.
Richard Donner (Superman) en la dirección, Danny Elfman componiendo banda sonora y un reparto con caras como la de Robert Mitchum o Karen Allen ponen el sello de este clásico navideño ochentero que ha envejecido conservando la frescura y, me atrevería a decir, los clichés que en su día la hicieron éxito de taquilla.
Muy divertida.
Mención especial al tema de los títulos de crédito finales.¡Annie Lenox rules!
Una joya del diseño de producción que hasta el MOMA de Nueva York quiso homenajear cuando decidió que el señor Burton podía exponer allí algunos de sus diseños hace unos meses. Evidente era, pues, que la película de la que hablo, adquiriese protagonismo a pesar de encontrarse rodeada de otras muchas de sus creaciones.
Un alegato de esperanza que todas las generaciones hemos podido disfrutar. Un verdadero cuento de Navidad de obligado visionado que, suponemos, se torna irrepetible por su capacidad para emocionar de la manera en que solo lo hacían aquellas películas que ya nos quedan tan lejos, con esos actores cuyos retratos nos trasladan al Hollywood de los años dorados, donde los directores se volvían eternos cuando firmaban tesoros como esta emotiva cinta, que bien podría ser una auténtica postal navideña en movimiento.
Por Javier Gómez.
