El más imprevisible de los cineastas coreanos, Park Chan-wook, vuelve a la carga después de cuatro años de ausencia. Esta vez adapta la novela de la británica Sarah Waters Falsa identidad, situándola en la Corea de los años 30, durante la colonización japonesa. El director y guionista se hizo famoso dentro del panorama cinematográfico gracias a su tríptico sobre la venganza (Sympathy for mister vengeance, Old boy y Lady vengeance), aunque esta vez firma una obra suntuosa que le permite añadir una nueva cuerda a su arco: una película de época combinada con un thriller erótico-lésbico que no deja atrás ni la belleza, ni la perversión, ni la violencia.
La novedad también consiste en poner por delante a dos personajes femeninos: Sookie (Kim Tae-Ri) es contratada como criada de una rica heredera japonesa encerrada en una mansión, Lady Hideko (Kim Min-Hi). Ésta última perdió a sus padres cuando era una niña y por tanto es la heredera de una colosal fortuna. Desde esta terrible tragedia vive recluida en su impresionante mansión bajo la tutela de su tiránico tío. Pero Sookie tiene un plan oculto ya que en realidad es la cómplice de un estafador que se hace pasar por conde y que intentará ganar la confianza de Hideko y manipularla para que se enamore de él.
Doblada en japonés y en coreano, La Doncella (The Handmaiden) dura casi dos horas y media, pero se nos pasan muy rápido, no nos aburrimos ni un solo momento ya que el director sabe cómo cautivar al espectador llevándolo a esforzarse en saber qué aspectos del film tiene controlados, para luego hacerle ver los mismos detalles desde otro punto de vista. Desde el principio parece que la historia esté centrada en la avaricia más mundana, pero los movimientos de la cámara nos embarcan en trayectorias singulares: los secretos, las sorpresas y las revelaciones se encadenan.
La trama se presenta en tres actos principales que parece que se contradigan, se mezclen y se complementen. En ellos cada personaje avanza hacia su propia verdad, y la segunda mitad del film intercede sobre las imágenes de la primera, aunque en contra de esta parte habría que decir que algunas escenas, sobre todo las de sexo, resultan demasiado largas e inútiles y demasiado explícitas, por lo que el erotismo de la película acaba por resentirse. Sin embargo, todo vuelve a su ser cuando el director juega con los efectos sorpresa, nos confunde y nos lleva, entre numerosos rebotes, sobre pistas equivocadas; es como un engañoso y volátil rompecabezas que posee un mecanismo de reloj al servicio de una máquina infernal. La fuerza de esta intriga se halla en el ambiente; la inmersión total en la Corea japonizada, la mansión con sus escondites (los ardides del sótano son espeluznantes), la magnificencia de los escenarios, el gran cerezo… Además, el fabuloso vestuario está en perfecta resonancia con la belleza diáfana de las dos heroínas, aspecto que complementa su vertiginosa puesta en escena y que no sólo refleja la gran dirección de Chan-wook, sino su estupenda fotografía.
El magnífico largometraje consigue resultar ser a la vez cruel, exultante y perturbador. Está construido de manera brillante por lo que acaba reflejando una belleza sobrecogedora. La intriga, a base de manipulaciones y un giro de 180 grados en la situación, consigue cautivarnos; también el aspecto humorístico, muy sutil, permite al cineasta jugar con los géneros que convoca. Es muy ingenioso y funciona de maravilla. Gracias a esta capacidad para fundir géneros y temáticas, no cabe la menor duda de que el director coreano es uno de los grandes maestros, dotando su cine de una fuerza y un magnetismo por encima de la media. La Doncella, Premio de la Audiencia en el Festival de Sitges, se convertirá en toda una referencia dentro del cine coreano.