«Tienes media hora para llegar al cielo antes de que el diablo sepa que has muerto”. Este dicho irlandés es el origen del curioso título de la película Antes de que el diablo sepa que has muerto (Before the Devil Knows You’re Dead, 2007), de la que se cumplen ahora diez años desde su estreno y que fue la última película del director Sidney Lumet, uno de los más personales creadores americanos del cine contemporáneo. El realizador, autor de películas tan emblemáticas como 12 hombres sin piedad (12 angry men, 1957), Serpico (1973), Tarde de perros (Dog Day Afternoon, 1975), o Veredicto Final (The Verdict, 1982), que había atravesado una década de filmes irregulares y de escaso éxito, volvió a conseguir con esta película una obra mayúscula, resultando alabada por la crítica y obteniendo varios reconocimientos, quizá inferiores a los que merecía.
Rodada con estilo realista y ritmo endiablado, típico de su autor, estamos ante una aparente historia sencilla que termina, sin embargo, demostrando la corrupción implícita en la condición humana a través de personas corrientes que son capaces de cualquier cosa bajo unas determinadas circunstancias.
La historia no deja de ser rocambolesca. Dos hermanos Andy y Hank (Seymour-Hoffman y Hawke), desesperados por conseguir dinero rápido, planean un atraco a la joyería de sus propios padres. La ejecución debía resultar rápida y sencilla, sin daños colaterales, pero todo acaba por salir de una forma totalmente inesperada y trágica (recuerda algo en esto a Fargo, de los Coen).
El ritmo de la película, habitual en Lumet, es endiablado. Los saltos hacia adelante y hacia atrás en torno al momento del atraco explican las motivaciones de los personajes y qué les ha llevado a ese punto de no retorno. Por poner un pero, quizá alguno de esos «brincos» rompan en cierta forma el ritmo de una historia y unos personajes tan potentes que hace pensar que no hubiera sido necesario tanto flashback. Por otro lado, resulta interesante cómo la película introduce el humor en medio de escenas tensas a nivel narrativo sin resultar ridículo, logrando reforzar el carácter de los personajes o la improvisación o precipitación de la situación, siendo ejemplo de ello la secuencia de Hank y su compinche previa al atraco.
El reparto, encabezado por Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Albert Finney y Marisa Tomey está fenomenal (de hecho el casting ganó varios premios de la Crítica de ese año) gracias, no sólo a unas actuaciones ajustadas como guantes, sino a un guión que perfila las aristas de los personajes, dándoles vigor y beneficiando a una historia tan cruda como violenta. Mención especial merece el gran Philip Seymour Hoffman, que consigue hipnotizarnos como Andy, el mayor de los dos hermanos, un personaje mezquino, ideólogo del improvisado atraco, un hombre de negocios astuto y frío con un reverso bastante oscuro e inmerso en una adición a la droga. Desesperado ante la necesidad de dinero y apunto de enfrentarse a una auditoría inminente que descubrirá su desfalco, el personaje está lastrado además por un conflicto familiar no resuelto con su estricto padre (enorme Albert Finney), y existen un par de escenas entre ambos, especialmente la del patio tras el entierro y la del hospital, dignas de una tragedia griega, donde el amor y el odio, la culpa y la redención se describen con claros tintes shakesperianos y donde el dicho irlandés en que se basa el título de la película adquiere, de pronto, todo el sentido.
Tras diez años, Antes de que el diablo sepa que has muerto consigue impactarnos como la primera vez. Gracias a este trabajo, un maestro del cine como Lumet, se despidió a lo grande con nada menos que 84 años dando una lección de cine gracias a una historia contundente, sin concesiones, descarnada, y muy alejada de los finales made in Hollywood.