«A puerta fría» es una película incomoda de ver. Es detallista, lenta, corta y con un tema gris y aburrido. «A puerta fría» es una metáfora de la crudeza del mundo laboral, de la impersonalidad del empresario, del machismo, los trajes de apariencia, lo hipo alergénico y lo políticamente correcto en susurros cómplices, y en el anverso tenebroso de la confianza mal entendida entre meada, sacudida e higiene de manos.
“¿Cuándo empezó a joderse todo?”
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Pero «A puerta fría» es sobre todo Antonio Dechent, y una ola de talento cinematográfico andaluz, que lleva años a la vanguardia del celuloide patrio con joyas como «3 días», «El mundo es nuestro»ó «Grupo 7». Erradicando los mitos de faralaes y panderetas, el séptimo arte que llega del sur es aire fresco en medio de sesudos guiones, de la gran esperanza blanca encarnada en los instalados Almodovar-Amenabar-Torrente, o las comedias dirigidas a pajilleros y amantes de lo soez, protagonizadas por actores de mucha tele y poco nombre.
Dechent es uno de esos rostros hiper reconocibles del panorama nacional, otro de los grandes secundarios de un país de gigantes secundarios. Es el último en llegar a una lista en la que han destacado siempre voces tan capaces como las de Manuel Aleixandre, Agustín González, Juan Diego o Vicente Romero, en esta costumbre nefasta de dar ejemplos y de destacar obviando la totalidad de este listado. En «A puerta fría» compone a un atormentado comercial en horas bajas. Un hijo de los 60, de los que no le dijeron que el inglés y la informática iban a ser básicas en la conservación del puesto de trabajo. Se acabaron las palmaditas en la espalda, saberte el árbol genealógico de tus clientes o llevarles a las mejores casas de putas del centro a gastos pagados. Ahora tienes que tener varios idiomas, un master, don de gentes, el mejor tablet y un after shave con aroma a triunfo.
Secundarios de España, ¡UNÍOS!
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Dechent calibra con la puntería de Robin de Locksley a este perdedor que no se rinde, un trasnochado, orgulloso e impetuoso padre de familia torturado por su fracaso en todas y cada una de las parcelas de la vida. Un entrañable cascarrabias dispuesto a todo antes de dejarse vencer por el nuevo orden establecido, tan preocupado por medir fuerzas que no se ha dado cuenta que hace años que ha perdido la guerra. En definitiva, uno de los personajes más crudos y veraces que hemos visto en 2013.
Pero «A puerta fría» también es un elenco de acompañantes al agujero negro Dechent, dotando a la cinta de un aroma de calidad y bajo presupuesto que engrandece las intenciones de sus creadores. Con una María Valverde bastante contenida, un maravilloso Hector Colome y unos, cómo siempre, magníficos José Ángel Egido y José Luis García Pérez, la sorpresa llega cuando de una ducha averiada surge la imponente figura de Nick Nolte en un personaje que encarna la grandeza y la bajeza del empresario de éxito. La falta de escrúpulos maquillada de buenas intenciones se pierde en la oscuridad de la diminuta mirada del fiero yanqui.
El olvido de los Premios Goya hacia este film y su protagonista indica el nivel de mercadeo y mal gusto que reina en la Academia. Más o menos como en el mundillo del Comercial.
Por J.M.C.
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