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Recomendación de la Semana

Recomendación de la Semana: Mary and Max

En el año 2004 un desconocido Adam Elliot recogió el Óscar a mejor cortometraje animado por Harvey Krumpet, una peculiar muestra de las posibilidades del claymation, así como de las capacidades narrativas del infravalorado cine de animación. Dicha obra, protagonizada por un emigrante polaco con Síndrome de Tourette, sentó las bases del primer —y tristemente único— largometraje del peculiar realizador australiano: la magistral Mary and Max (2009), un impecable drama epistolar al que dan nombre una niña australiana marginada ávida de conocimiento y un cuarentón neoyorkino judío y obeso con síndrome de Asperger. Por motivos tan opuestos como, en el fondo, similares, ambos caminan por la vida sumidos en una tristísima soledad. Porque, claro, ambos son, sencillamente, diferentes. Y además no han sido bien tratados por el mundo que los ha rodeado desde su nacimiento.

Con una bizarra mezcla de sensibilidad y humor negro, la película nos muestra las curiosas conversaciones entre sus dos empáticos personajes principales, así como las consecuencias de las mismas. Aunque a simple vista, su tema central es la amistad, toda lectura profunda coincidirá en que, en realidad, la obra trata sobre el sentido de la vida. Y, claro, carece de respuestas. Pero no por ello de fascinantes preguntas que invitan al espectador a ser partícipe de la narración durante sus cortos pero intensos 89 minutos. Escrito por el propio Elliot, el guion de Mary and Max es todo un triunfo de originalidad y perspicacia. Además, las voces de Toni Colette, Barry Humphries, Eric Bana y el oscarizado Philip Seymour Hoffman (Truman Capote, 2005) no hacen sino engrandecer unos diálogos exentos de todo manierismo que llegan al corazón del espectador impulsados por una honestidad tan tierna como valerosa. Todo ello al ritmo de la deliciosa partitura de Dale Cornelius, que puntúa la narrativa con bellísima precisión.

De hecho, nos encontramos ante uno de los guiones más trabajados de la historia del cine de animación (o del cine, a secas), lo que, unido al maravilloso uso del stop motion, vuelve inexplicable la escasa notoriedad del filme. Así, pese a triunfar en el prestigioso Festival de Annecy (donde compartió el galardón principal con Los mundos de Coraline), Mary and Max no fue siquiera nominada por la Academia, que puso por delante a la mencionada Coraline, así como a Tiana y el sapo, Fantástico Sr. Fox, El secreto del libro de Kells y la ganadora final, Up, todas ellas bellas e interesantes pero bastante menos redondas. Dicha omisión fue sólo el comienzo de una tristemente escasa trayectoria que ni siquiera incluye un estreno comercial en España pese a la perfecta acogida que ha tenido por quienes sí la han visto (actualmente es el título animado mejor valorado por los exigentes usuarios de Filmaffinity, por encima de El viaje de Chihiro (2001), obra maestra de Hayao Miyazaki).

Mary and Max es, por consiguiente, una obra luctuosamente disipada en un mundo donde las pequeñas grandes historias quedan a menudo perdidas entre el brillo de las estrellas. Brillantemente escrita y magistralmente animada, esta cinta aborda con inteligente belleza temas tan dispares como la amistad, el autismo, la taxidermia, la psiquiatría, el alcoholismo, la obesidad, la cleptomanía, la sexualidad, la confianza en los demás y en uno mismo, las diferencias religiosas, la agorafobia y, claro está, la soledad inherente al mundo contemporáneo. Y lo hace con un tono tan poéticamente lúgubre como gallardamente desenfadado que se queda grabado para siempre en la mente de sus valientes espectadores.

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