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J.M.C.

RdS: Sucedió una noche

Hay cifras que marcan la importancia de algunos hechos épicos, que generalmente tienen mucho que ver con el deporte, y unas pocos en asuntos más prosaicos. Como por ejemplo, el cine. Hay cinco categorías en los premios de la Academia de cine yanki que son las más grandes para los más puristas: película, director, actor, actriz y guión, en cualquiera de su variedades.

Ganar los 5 Oscar grandes no tiene la misma repercusión que coronar los 14 ochomiles, o hacer un Grand Slam. De hecho podríamos apostar a que si le preguntáis a vuestros amigos qué 3 películas ostentan ese merecimiento, os responderán con cara de Oreo. Tres, tres es el número, tres son las elegidas: «Alguien voló sobre el nido del cuco«, «El silencio de los corderos«, y la primera en conseguirlo, la decana: «Sucedió una noche«, de Frank Capra….sí, coño, el de «Qué bello es vivir«.
«Sucedió una noche» es la comedia romántica, no una comedia romántica. Capra enfrenta por primera vez en pantalla a Clark meimportaunbledo Gable (impagable la chicha que le mete Ava Gardner en «Mogambo«) y Claudette Colbert, una pareja con una sintonía perfecta y un equilibrio en cada fase del filme, que dota al filme de un ritmo que para sí quisieran muchos de los estrenos de los últimos años. Y no voy a señalar  a mi odiado Matthew McConaughey.

Él es el típico periodista de los años 30 resabido, vivo, borrachuzo, y de principios inquebrantables.
Ella, la hija de uno con más pasta que Julio Iglesias que, jo, tía, qué asco, mi papa no me deja casarme con mi novio guay, huye desconsolada hacia la América profunda. Y, ¡oh! casualidades de la vida, se encuentra in the middle of the night, viajando hacia ninguna parte en un ALSA.
Destripada la trama, solo toca sentarse a disfrutar de uno de sus guiones que son literatura pura. En el que los diálogos fluyen, tienen chispa, ironía, mala hostia, y una ternura atroz que desnuda las personalidades más caricaturescas de la sociedad estadounidense de la época. Una sucesión de sketches hilvanados con una dulce historia de amor. De hecho se dice que la Warner «tomó prestada» la interpretación de Gable comiendo zanahorias, para dotar de vida al icónico Bugs Bunny.

Un clásico ágil, y extrañamente desconocido para el gran público. Una película que inauguró un podio al que ya se han subido dos ganadores más, y que espera ser acompañado pronto por otro compañero en la historia.

Por J.M.C.

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