Una enorme joya dentro de la colección que firma Billy Wilder. «El Crepúsculo de los Dioses» (1950), es un drama desolador y desangelado, que hizo saltar los cimientos de medio Hollywood al exponer de manera descarnada el lado menos humano de esta industria, los venenos de la fama y el declive de las viejas glorias. Todo ello mientras optaba por un estilo narrativo transgresor para la época y se hacía eco de lo que realmente ocurrió en el Hollywood de los primeros años del cine sonoro. Una película cargada de detalles y anécdotas que harán las delicias de los aficionados al cine clásico. Una película con mayúsculas.
La primera escena de la peli ha pasado a formar parte de la historia del cine por su originalidad y el impacto visual que causa. Un cadáver de un hombre trajeado flota boca abajo en una piscina. A su alrededor, policía y fotógrafos. Se llama Joe Gillis y es un guionista de poca monta del Hollywood de los 40. El resultado final de la tragedia lo conocemos, por tanto, desde el inicio. La peli se desarrolla a partir de entonces con un enorme flashback narrado por el mismísimo muerto, que además sigue muerto porque nos lo cuenta en pasado… Original, ¿no? Bueno, pues es el plan B de Wilder.
El genio austriaco escribió el guión junto a su habitual colaborador Charles Brackett (su último trabajo juntos) y en un principio la primera escena era bastante diferente: un par de cadáveres o tres en el depósito, tapados con sábanas y con una etiqueta identificativa anudada a un dedo del pie. De repente uno de ellos comienza a hablar, sólo sabemos quién es el que está hablando porque en pantalla vemos su pie, le pregunta al cadáver de al lado que por qué está allí, éste le contesta, le pregunta lo mismo y tienen una charla distendida de lo más agradable. Pues bien, la peli se montó con este inicio y en el primer pase que se hizo para el público decidieron cambiarlo. Wilder nunca veía la peli en el primer pase, esperaba fuera a ver la cara de los espectadores cuando abandonasen la sala. Y lo que vio aquel día le llevó a su plan B. «La gente no lo entendía. Se preguntaban a qué demente se le habría ocurrido aquella idea«, decía.
Así que optó por el cadáver flotante. El estilo narrativo es una absoluta novedad para la época, una genialidad, que le dio el Oscar al mejor guión (se llevó otros dos). Pero la peli es un suma y sigue de ideas y detalles brillantes. Primero el argumento: Narra la historia de este guionista, que un día por casualidad conoce a una estrella del cine mudo ya entrada en años, Norma Desmond. Está retirada porque desde la irrupción del cine sonoro no le llegan proyectos. Desmond vive en su mansión de Sunset Boulevard junto a su mayordomo y le pide a Gillis que la ayude a corregir el guión en el que lleva años trabajando y que será su gran regreso al cine. Gillis acepta porque no tiene un céntimo y comienza a vivir con ella. Lo que en principio es una relación laboral irá evolucionando poco a poco… y ahí lo dejo.
La cinta muestra de una manera fría y dura cómo la pérdida de la fama y la popularidad pueden pasar factura a la mente humana. Es una fotografía del Hollywood más deshumanizado, más cruel y más verdadero, seguramente. Pero es una joya que todo aficionado al cine clásico tiene que ver sí o sí. Las interpretaciones son impecables, WilliamHolden y Gloria Swanson transmiten tal tensión que es difícil apartar la vista de ellos en algunos momentos.. Swanson sabía lo que hacía, entendía perfectamente a su personaje. Precisamente ella fue una gran diva del cine mudo que ya estaba de retirada en los años 50 cuando Wilder la rescató para este peliculón. Y lo borda, se notan sus tablas. Sus expresiones, sus gestos, su imitación de Chaplin… Cuentan que la mismísima Barbara Stanwyck (Perdición), le besó la mano en un pase de la peli para felicitarla por el trabajo. Su criado, Max, es ni más ni menos que el director de cine mudo Erich von Stroheim (Corazón olvidado, Esposas frívolas) que se pone a las órdenes de Wilder en esta ocasión, al igual que hace el mismísmo Cecil B. DeMille (el tipo que le da nombre al Globo de Oro honorífico y que dirigió entre muchas otras Los diez Mandamientos) que se interpreta a sí mismo.
Todos ellos contribuyen a crear una película redonda, que no sólo tiene un guión excelente, sino que también cuenta con una amplia colección de escenas ya míticas, y eso no es lo más habitual en el cine de Wilder, caracterizado por las cuidadísimas e ingeniosas frases. Pero en esta peli le da a todo. Especialmente merecen la pena el inicio y el cierre, con una Norma Desmond descendiendo las escaleras de su enorme mansión. No me canso de verla ni de recomendarla. Cine dentro del cine, pero del mejorcito.
Por Lore Pérez.
@Peneaa
Hazte con todas las Novedades --->