Prometedme que seguiréis leyendo cuando os diga que «A Propósito de Elly» es una película iraní. Bien, lo habéis prometido: «A Propósito de Elly» es cine iraní. Seguid leyendo, os alegraréis.
Y ya van dos. Dentro de poco tiempo cumplirá un año que «Nader y Simin, una separación» recibió el Oscar a la mejor película de habla no inglesa (ojo al palmarés, acojona) y, tras verla, decidí hacer lo mismo con el resto de la filmografía de Asghar Farhadi, director y guionista, nacido en Khomein Shahr, hace 33 años. Este film mostró al mundo su buen hacer como director y escritor y su capacidad para crear, en un entorno de aparente normalidad social, un cúmulo de circunstancias tan habituales (podría pasarnos a cualquiera) como peligrosas, ofrenciendonos como el que no quiere la cosa, la evidencia de que lo del granito de arena a montaña es cuestión de un segundo.
En «A Propósito de Elly«, la película que os recomiendo esta semana, esto se multiplica por mil. El encantador ambiente y la cordialidad reinante se romperán radicalmente cuando se produce un desgraciado acontecimiento que pondrá a los protagonistas en una situación límite que sacará lo peor de todos y cada uno de ellos. Una de esas cosas que pueden pasarnos y que nunca olvidaremos.
Asghar Farhadi da una lección de cine, sí, en negrita y subrayado, porque lo que hace este hombre es abofetearte la cara cada cuarto de hora, quiere que reacciones, que pienses qué harías tu, que sufras por ellos, que actues por ellos y que acabes exhausto porque te cuesta respirar. Lo que has visto es algo tan cotidiano que te asusta y cuando se acaba la película estás deseando recordar que tu estás del otro lado y que solo eras un espectador. Sin embargo, el film se te ha quedado grabado para siempre y es entonces cuando reconoces que te han contado una historia con un estilo único, veraz, casi hiperrealista como has visto pocas veces.
Cine social de tanto nivel que acaba convirtiendose en thriller de sorprendente factura. Cine iraní, desconocido para nosotros como tantos otros. Triste el saberlo, fenomenal poder descubrirlo. Brillante.
Por Javier Gómez
