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Críticas

PRIDE: mano sobre mano, hombro con hombro.

En estos difíciles tiempos que nos ha tocado vivir, donde el concepto de crisis va mucho más allá de lo meramente económico, películas como Pride siempre son una luz al final del túnel, o mejor aún, una vela que nos ayuda a seguir el camino por muy oscuro que éste sea.

Las reivindicaciones de apoyo que un grupo de gais y lesbianas ofrecen a los mineros durante la huelga que paralizó el sector durante el gobierno conservador de Margaret Thatcher en los años 80, sirve de trasfondo para contar una historia de lucha, valores y, sobre todo, de solidaridad.

El grupo protagonista, entre los que se encuentran algunos actores que empiezan a despuntar en el panorama cinematográfico como George MacKay (Sunshine in Leith), junto con otros ya consolidados, como el televisivo Dominic West (McNulty en “The Wire”) o Bill Nighy (Love Actually), conforman una pequeña pero combativa pandilla que pretende prestar su ayuda incondicional a la causa minera, para lo que habrán de desplazarse hasta un pequeño pueblo de Gales con el objetivo de recaudar dinero, algo que a primera vista parecería sencillo, pero que les ocasionará no pocos problemas cuando choquen contra uno de los peores muros: los prejuicios.

En este contexto se desarrollan los momentos más brillantes de la película, donde las situaciones surrealistas dan paso a las mejores sonrisas -que no carcajadas- , pero también a los momentos más emotivos, como cuando los LGSM (Lesbians and Gays Support the Miners), junto con los mineros y sus familias, cantan unidos “Bread and roses”, todo un símbolo de la canción protesta que conseguirá que quieras levantar tu pinta de cerveza para cantar junto a ellos.

© Calamity Films

© Calamity Films

Lo que más sorprende de la película es que se ha vendido como una comedia al estilo Full Monty -imagino que con una clara intención comercial- aunque, honestamente, creo que es una película mucho más “seria”, en la mejor linea del cine social, pero acompañada con los suficientes toques de comedia para no hacerla demasiado áspera, punto en el que su director, Matthew Warchus, ha sabido darle un perfecto equilibrio. Y todo esto apoyado, como viene siendo habitual en las producciones británicas, de un espléndido reparto coral, donde todos y cada uno de los personajes están perfectamente elegidos, aparezcan dos horas o dos segundos. Mención especial a la magnífica banda sonora, con temas de Culture Club, Pet Shop Boys o Joy Division entre otros.

En definitiva, una película que apela a la unión, a la solidaridad y a la superación de esquemas caducos y reaccionarios que deberían estar superados en la actualidad, pero que exigen, aún, nuestra lucha diaria: la de los gais y lesbianas, la de los mineros, la tuya y la mía. Lucha por tus derechos y por los de los demás, mano sobre mano, hombro con hombro.

Lo mejor: su emotividad y su excelente casting.
Lo peor: su tramo final se prolonga innecesariamente.

Por David Peñaranda.
@yodigital01

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