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Alberto Sierra

El precio de la fama: desenterrando a Chaplin

Dos buscadores de oro están en una ruinosa cabaña. Fuera se ha levantado una enorme ventisca mientras no dejan de pensar en cómo llenar sus estómagos vacíos. De golpe, uno de ellos está tan hambriento que ve a su compañero como un suculento pollo y se lanza a devorarlo. La gente ríe de manera estruendosa. Charles Chaplin hacía que el público se muriera de risa mientras en la pantalla la gente se moría de hambre. En la época que se rodó La Quimera del Oro (C.Chaplin. 1925) la gente realmente perdía la vida en busca de un futuro mejor, pero aquel genio lograba hacer comedia de todo ese drama. Si en estos días uno enciende la televisión y ve esos trenes repletos de refugiados es fácil darse cuenta de que las cosas no han cambiado tanto.

En el primer plano de El Precio de la Fama, Eddy sale de la cárcel. Le acompaña un funcionario perfectamente uniformado que le recomienda que no vuelva a hacer el payaso. Como si un payaso pudiera elegir.

Guilles Lipovetsky en su ensayo La Era del Vacío (1983) señalaba que el personaje de Charlot no era consciente de su comicidad: “…hace reír a pesar suyo…”. Eddy y Osman son una pareja de payasos que ni siquiera saben que lo son. Una especie de versiones hiperrealistas del propio Charlot. Dos inmigrantes que viven una vida miserable en la Suiza de finales de los setenta y que tienen el absurdo plan de secuestrar el cadáver de Chaplin para salir de la pobreza.

Es obvio que en el ADN de la última película de Xavier Beuvois hay cine social, pero también es una comedia que homenajea al cine de Chaplin con continuos guiños a sus películas; algunos de ellos más evidentes que otros.

Beaouvois, director de tradición dramática, no parece tener la misma pericia para desarrollar la comedia de la que tenía para articular el drama aquel cómico llamado Charles Chaplin. Los dos son algo tramposos, pero el talento que tenía Chaplin para manejar nuestras emociones es casi imposible de recrear. Es decir, pese a que la película divierte y emociona no podemos pedirle que nos haga llorar y reír como lo hicieron clásicos como The Kid (C.Chaplin. 1921). Hay que reconocer que Beaouvois entiende a la perfección que el drama y la comedia son una misma cosa y que ambos géneros nacen del dolor y del conflicto.

© Arches Films / Rita Productions / Why Not Productions

© Arches Films / Rita Productions / Why Not Productions

Es habitual pensar que la gente que lo está pasando realmente mal busca en las películas algo que sólo les divierta y les haga olvidarse de los problemas durante dos horas como sugería Los Viajes de Sullivan (P.Sturges. 1941), pero también es posible evidenciar las injusticias de nuestro mundo mediante la comedia como trata de hacer El Precio de la Fama. Beaouvois arriesga mucho a la hora de volver a desenterrar a Chaplin, pero al ver cualquier telediario es fácil darse cuenta de que esta exhumación es ahora más necesaria que nunca. Chaplin fue un paria antes de ser un playboy, fue un vagabundo antes de tener el mundo a sus pies, fue un hambriento antes que un millonario. No debemos olvidar que en cierta manera primero fue Charlot y después fue Chaplin y no al revés, por ese motivo siempre será el rey de la comedia social y Beaovois le rinde un sentido homenaje por ello.

Lo mejor: la construcción de los dos protagonistas y la invitación a recordar la filmografía de Chaplin.

Lo peor: al igual que en el cine de Charles Chaplin, El Precio de la Fama puede parecer sensiblera en algunos de sus pasajes. La comicidad nunca parece acabar de estallar del todo.

Por Alberto Sierra
@albegto

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