“Cuando miras demasiado tiempo al abismo, el abismo puede entrar en ti”
No es en modo casual que esta frase de Nietzsche figure en el prólogo de Perfiles: una mirada al abismo (Blick in den Abgrund, 2013), película austríaca dirigida por la realizadora Bárbara Eder (autora también de Inside América o Thank you for bombing), porque el gran mérito de esta película documental es que el foco se sitúa justo en ese espacio previo al abismo donde expertos criminalistas de diferentes partes del mundo y asesinos en serie se enfrentan mirándose mutuamente a los ojos. La película, disponible en Filmin y otras plataformas digitales como parte de Walk This Way, se detiene ahí, con mimo, en los detalles: los silencios de la experta finlandesa, la desolación del experto alemán sentado en un escalón mientras mira al vacío tras su entrevista con un asesino en serie, la convicción personal de que existe una alteración cerebral, aún no encontrada, en el caso de la experta norteamericana…
El film muestra un perfil (nunca mejor dicho) muy diferente a lo que las películas y series americanas nos han mostrado. Lejos de esa fascinación fruto del imaginario colectivo, tenemos a criminólogos reales, de culturas y países diferentes, que afrontan de forma muy diversa las consecuencias de su dura realidad laboral. Pero hay un elemento común en todos ellos y que resulta el epicentro de la película: la enorme carga psicológica que afrontan en su día a día. Por un lado deben contribuir a resolver los más horrendos crímenes, por otro, también tienen la presión de la propia sociedad que les exige una respuesta a su pregunta: ¿Por qué?.
Perfiles, una mirada al abismo es una película deliberadamente sobria, aunque no por ello deja de ser rotunda y valiente. Es un paseo por el lado oscuro, un retrato intimista que consigue acercar al espectador a ese abismo a través de escenas paralizantes que provocan mayor terror que cualquier película de ficción: como la entrevista grabada del experto alemán con uno de esos asesinos en serie, secuencia que, aun tiempo después de haber visto el documental, se queda en la retina por un período más largo. Se produce, pues, una sensación de angustia al pensar que no hay nada que explique el impulso homicida, que no hay nada a lo que agarrarse, que se trata del mal por el mal. De ahí la comprensible reacción del criminólogo que graba la entrevista, Stephan Harbort: pura y cruda desolación. Sin embargo, la película cuenta también con momentos divertidos, como los guiños a una película que marcó el fin del ostracismo de estos profesionales y los convirtió casi en personajes mediáticos: El silencio de los Corderos (The Silence of the Lambs, 1991). El documental ofrece dos escenas muy simpáticas en las que los propios profesionales hablan sobre la película entre risas y anécdotas, o con un cortante “eso es ficción” de la criminóloga finlandesa. En cualquier caso, puede que el espectador agradezca ciertos momentos de menor tensión argumental durante un documental tan duro.
La narración de Perfiles: una mirada al abismo no es lineal, sino poliédrica. Discurren, como ríos paralelos, historias de los diferentes investigadores, divididas igualmente en dos planos a su vez: vida profesional y vida personal, muy afectada ésta última por esa pesada carga de la que el espectador es consciente en los casi 90 minutos de metraje. Los reiterados primeros planos de los protagonistas o los planos de la propia naturaleza, luminosa, como contraposición a ese “lado oscuro” del trabajo, refuerzan, en definitiva, la humanidad de los personajes, alejados del patrón heroico de Hollywood sí, pero no menos atrayentes, precisamente por su complejidad.
El film de Bárbara Eder es altamente recomendable, no sólo para aquellos que gusten de una temática tan “de moda” en series y películas sobre criminales e investigadores estrella, sino especialmente para el público que quiera dar un paso adelante; un peligroso paseo “al borde del abismo” para adentrarse en ese duelo de miradas, las de los asesinos reales y las de aquellos que buscan insistentemente, y aun a riesgo de una crisis personal, un patrón, una respuesta a la existencial pregunta: ¿por qué lo hiciste?.