Entre la invasión de series de infinitas temporadas y a tenor del efecto que estas tienen en el espectador resulta importante recordar que, en ocasiones, las llamadas miniseries tienen un efecto menos disruptivo en la planificación del tiempo de ocio y pueden fascinarnos de igual manera. De hecho, el efecto puede ser mucho mayor si los capítulos que contienen poseen cierta calidad, gracias a que la regularidad es mucho más probable por la brevedad de la propuesta. Lo mismo ocurriría con las series de varias temporadas en las que cada una es autoconclusiva (True Detective, American Horror Story…) que para el caso que nos ocupa sirven como ejemplo de las ventajas de estos trabajos de planificación muy diferente.
Dejando claro, ante todo, que hoy en día el acceso a los contenidos cinematográficos y televisivos es directamente proporcional a nuestra libertad de elección (respetando cualquier opción a pesar del problema de que las películas pierdan público por ese efecto adictivo de las producciones televisivas) sí queremos aprovechar nuestra sección «Series» para recomendaros encarecídamente American Crime Story. The People v. O.J. Simpson, una trabajada crónica sobre el proceso contra el famoso jugador de fútbol americano responsabilidad de 20th Century Fox Television y que recientemente se alzó con el Globo de Oro de su categoría.
Con influencias en la exposición del proceso de diferentes trabajos de temática judicial como Algunos hombres buenos (A Few Good Men, Rob Reiner, 1993), Philadelphia (Jonathan Demme, 1991), Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, Robert Mulligan, 1962) o Veredicto final (The Verdict, Sidney Lumet, 1982), la serie de Ryan Murphy abarca con todo lujo de detalles no sólo el sumario, sino el revuelo mediático que se produjo tras la detención del famoso deportista y que afectaba en gran medida (como todo este tipo de casuísticas en el país norteamericano) a los componentes tanto de la fiscalía como de la defensa. Adicionalmente, y como contextualización histórica y social, los sucesos acaecidos entorno a la muerte de Rodney King tras ser brutalmente golpeado por una turba de agentes de policía, sirven como telón de fondo y condicionan sobremanera el tratamiento del caso por parte de todos los frentes que, a favor o en contra, debían lidiar con la sombra de un racismo latente y, en muchas ocasiones, descontrolado y no condenado. El hecho de que alguien como O.J. Simpson, una figura querida y admirada, corriese la suerte de ser condenado por homicidio, acabó provocando una lucha entre la ética, los prejuicios raciales, las corrientes de opinión, y el ansia de justicia de todo un país.
Lo mejor de la propuesta es que semejante sucesión de acontecimientos solo podría rodarse de una manera: con el ritmo del ciclista que sube alegre y constante una gran pendiente, que no flojea y que acaba con superioridad la etapa del día. Así es, precisamente, como decide hacerlo Murphy junto a Scott Alexander, Larry Karaszewski y Jeffrey Toobin, el resto de guionistas. Su episodio piloto, en el que se muestran las claras intenciones de convertir la trama en una tela de araña que atrape al espectador desde el minuto uno, contiene la energía y la dosis de misterio necesarias para entrar en los hogares de manera triunfal rompiendo esa premisa tan manida de dejar lo mejor para el final. De esta manera, la serie se convierte en un trabajo regular y equilibrado que evita la paja y saca partido de cada una de sus escenas, muchas de ellas escritas con loable ingenio y sentido del humor.
Premiada con cinco Emmy y basada en el libro de Jeffrey Toobin The Run of His Life: The People V. O.J. Simpson, la miniserie se nutre de la interpretación de un selecto grupo de actores que cumple a la perfección con los roles asignados. Sin embargo, existe un matiz genuino y, en cierta forma peculiar, en las diferencias físicas y expresivas de personajes a los que encarnan actores como John Travolta o David Schwimmer (Friends); una evidente ausencia de parecido (salvo en detalles superficiales, que sí están presentes) permite que ambos actores hayan podido imprimir un sello más personal por lo que, sobre todo en el caso de Travolta, el efecto es el contrario al que podría presumirse: su Robert Shapiro acaba resultando uno de los personajes con más gancho gracias a un contenido trabajo que engloba los comportamientos de alguien que serpentea, con más o menos escrúpulos, entre los entresijos de las demandas de los famosos. Obviamente, pero en una línea más veraz, Sarah Paulson (fabulosa), Sterling K. Brown, Courtney B. Vance y, por supuesto, un histriónico pero contundente Cuba Gooding Jr., completan un elenco que acaba por ganarse el sobresaliente.
Es por todo esto y algunas virtudes más, como su respetuoso tratamiento de todos aquellos que participaron de una u otra manera en el proceso, que American Crime Story. The People v. O.J. Simpson, utiliza sus diez intensos capítulos para narrar con precisión y exactitud lo que sintieron millones de norteamericanos que, gracias a la televisión, asistían día tras día a los a veces inverosímiles acontecimientos. Y es que aquella sociedad norteamericana, convulsa y desorientada, se tambaleaba ante la posibilidad de que uno de sus ídolos se convirtiese en una maltrecha estatua de barro, superada por sus propias fobias, por sus propios miedos, por un entorno idílico aunque al mismo tiempo hostil. El mismo que le daría la mano, también la espalda, porque en momentos como este uno acaba estando solo… o quizá no.