Hace un par de años It (2017) supuso el bombazo sorpresa del año -tal vez beneficiándose del éxito que tuvo en 2016 la primera temporada de la serie Stranger Things, que provocó un enganche colectivo a los años 80- con una recaudación de 700 millones de dólares. Esto nos llevó a un aluvión de adaptaciones de su autor, Stephen King (Maine, 1947) y a un interés inusitado por la historia de los siete miembros del Club de los perdedores. La mezcla de película de aventuras y cine de terror encandiló al público en general y la secuela (más que programada por los avatares de la novela) se hizo inevitable.
En esta segunda parte han transcurrido 27 años y Pennywise «el payaso bailarín», ha regresado. Será el momento para que los perdedores vuelvan a reunirse.
El director Andy Muschietti nos ofrece lo mismo que en la primera entrega: una cinta con mucho ritmo y enormemente entretenida. Aunque, como suele ocurrir con muchas secuelas, pierde la capacidad de resultar sorprendente. El realizador, que utiliza la misma fórmula narrativa de la primera parte, apuesta por la grandilocuencia y el espectáculo. Todo es enorme: desde su duración, 169 minutos, hasta ese despliegue de efectos especiales.
Es en ese aspecto más ruidoso donde se encuentra uno de los desaciertos del film y la dificultad de adaptar la obra de King. Porque es justo en los momentos más intimistas donde se apuesta por el buen cine de terror y no por el festival fantástico de fuegos de artificio. Resulta mucho más aterrador una, a priori, afable anciana que no nos muestra su verdadera cara o alguien que se esconde en una oscura alcantarilla, que un monstruo gigantesco. El director argentino parece sentirse más cómodo -obteniendo por tanto un mejor resultado- en esos tramos menos excesivos y más dedicados al universo infantil del club. Los momentos protagonizados por el elenco adulto se ven, en opinión del que escribe, lastrados por un exceso de edulcorante e impostura.
A pesar de esto, It. Capítulo 2 ( It. Chapter Two, 2019) da lo que promete: una montaña rusa de entretenimiento y un buen puñado de sustos (que es lo que todos esperamos) apoyados en un estupendo trabajo de sonido y una factura impecable que abandera su diseño de producción, sobresaliente. Además no cae en la fiebre del revival sin sentido ofreciendo las referencias justas y necesarias: desde El secreto de la pirámide ( Young Sherlock Holmes, 1985), La cosa (The Thing, 1982) o la saga Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, 1984-1994)
Lo mejor: La introducción y «esa» escena de Jessica Chastain.
Lo peor: Ciertos nudos narrativos que pasan como una sucesión de escenas de difícil ajuste.