El film del director noruego Morten Tyldum comienza con una interesante premisa: el largo viaje de 120 años que lleva a cabo una nave-mundo transportando a miles de personas a una colonia espacial donde podrán comenzar una nueva vida. Cuando llevan solamente 30 años de viaje, una cabina de hibernación sufrirá una avería y sólo un pasajero despertará. A propósito de su sinopsis, se percibe que bajo un puñado de buenas intenciones hay un poder superior – productores- que maneja e indica por dónde han de ir los designios de las películas que producen y que poco o nada puedes hacer por revertir la situación cuando todavía no tienes el nombre -y el bagaje- para decidir sobre el producto final. Los anteriores trabajos de Tyldum servían como aval para manejar un presupuesto enteramente estadounidense, hablamos de la noruega Headhunters (2011) un thriller protagonizado por Nikolaj Coster-Waldau que mantenía el pulso , y la británica The Imitation Game (2014), un biopic bastante bien manejado del matemático Alan Turing interpretado magníficamente por Benedict Cumberbatch. Todo esto daba garantías de eficacia y también de aceptación de directrices.
Passengers tiene bastantes elementos destacables: una factura imponente y un acabado visual impecable; en el film los efectos especiales y todo el apartado técnico están completamente justificados y son dignos de una superproducción (todos los momentos de la nave o el gran momento de la pérdida de gravedad). Encontramos bastantes referencias cinéfilas en la cinta, tales como Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979), 2001: una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), Aliens: El regreso (Aliens, 1986) o incluso podríamos intuir algo del Solaris de Tarkovsky que hacen que al espectador se le dibuje una grata sonrisa (a veces las referencias resultan demasiado obvias). Además, el futuro que plantea es reconocible y se antoja real y lógico, lo que produce sin mucha dificultad que vayamos acompañando en su viaje a los protagonistas y empatizando con ellos.
Sin embargo, hay algo que no termina de funcionar en Passengers. El guion no muestra el peligro y la soledad de una forma palpable para el público, a diferencia de lo que sí ocurría en trabajos como Gravity (2012), ya que ciertos giros para terminar justificando las acciones de los personajes resultan tramposos y previsibles, lo que determina que en ciertos momentos la película transite por lugares comunes mil veces vistos. La decisión de apostar clara y decididamente por la historia de amor en lugar del conflicto hace que la película no llegue donde podría haber llegado, desperdiciando una muy buena ocasión de hacer un trabajo más importante. Otro aspecto reseñable y sorprendentemente negativo en este tipo de producciones es la banda sonora firmada por Thomas Newman, en momentos demasiado presente, poco acorde y consecuente con lo que nos están contando las imágenes. En ciertas ocasiones menos es más.
Resulta, en definitiva, un film entretenido y típicamente comercial con un par de muy buenas escenas y con una pareja de protagonistas disfrutables pero, al igual que a la película, con déficit de alma. Quizá la dirección elegida venda más entradas, aunque una solución más adulta (quizá hubiese aprovechado mejor a Jennifer Lawrence) hubiese podido conseguir una película con mayor nivel artístico y quién sabe si alguna nominación para afrontar la temporada de premios.
Lo mejor: el apartado técnico, impecable.
Lo peor: su clara apuesta por lo comercial la convierte en previsible.