Cuando uno imagina términos que pudiera relacionar con la controversia, vienen a la mente pasión, agitación, vehemencia… todo lo contrario de lo que es esta película, mucho menos interesante de lo que pretende y tan aburrida como parece. Una película fría.
La historia narra los últimos días del polémico director, poeta y escritor italiano, muerto en extrañas circunstancias en las cercanías de Roma el 2 de noviembre de 1975. La sombra de su asesinato por motivos políticos sigue presente a día de hoy, sabiendo que su obra y reflexiones acerca de los temas más espinosos había generado no pocas antipatías entre las altas esferas del poder de la época, sobre todo tras el estreno de una de sus películas que despertó mayor polvareda: Saló o los 120 días de Sodoma, adaptación libre de la obra del Marqués de Sade.
El espectador asiste con absoluta distancia al retrato esbozado con el que el director, Abel Ferrara, pretende mostrar cómo fueron las últimas horas de Pasolini a través de varias entrevistas que concedió a diferentes medios, así como en algunos pasajes de su vida cotidiana en los que podemos ver parte de sus comportamientos más polémicos. No en vano, Pasolini fue condenado años atrás por corrupción de menores.
El encargado de dar vida al polémico director no es otro que Willen Dafoe (por el que parecen no pasar los años), y cuya elección para interpretar este personaje parece responder más al indudable parecido físico que a cualquier otra circunstancia. Dafoe se muestra muy comedido, dejando sobradas muestras de su talla como actor, pero parece estar atado de pies y manos con un guión que ahoga las posibilidades de haber mostrado otras facetas y momentos que ayudaran más al espectador a entender la verdadera esencia de Pasolini. La sensación que transmite la película es la de desconexión, de ausencia absoluta de empatía con el personaje, amén de una desierta trama en la que parece que la película no transita hacia ningún lugar, con un desfile de personajes secundarios que aparecen y desaparecen sin aportar ni un ápice de interés, incluyendo la sorpresiva presencia de María de Medeiros, una actriz a la que había perdido la pista hace ya tiempo. Las secuencias se prolongan de manera innecesaria sin ofrecer más información de la que ya es evidente de por sí.
Como principal mérito de la cinta destacaría la ambientación y la excelente dirección de fotografía a cargo de Stefano Falivene, que plasma de manera perfecta la oscuridad del propio Pasolini. Creo que el autor de películas tan interesantes como Las mil y una noches, El Decamerón o Los cuentos de Canterbury merecía un biopic de mucha más categoría que el realizado por Ferrara.
Lo mejor: su corta duración y la dirección de fotografía.
Lo peor: su falta absoluta de ritmo y un guión que no permite descubrir realmente a Pasolini.
Por David Peñaranda.
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