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PLATAFORMAS

Papá o mamá: ¿Quién nos trata peor?

Decididos a superar la monotonía y el conformismo que ha invadido su matrimonio, una pareja acuerda lanzarse a una nueva vida partiendo del divorcio. Es una decisión fruto de la meditación de dos adultos ciertamente acomodados que han pasado 15 años conviviendo y ya no recuerdan lo que era sentirse enamorados. Su principal problema son tres hijos en común, sus complicadas edades y cómo comunicarles dicha decisión. Por si fuera poco, las oportunidades laborales elevarán las expectativas de sus futuros por separado, dejando que la codicia de ambos les lleve a actuar para evitar tener la custodia de sus hijos y desatando la sátira en rededor a la hipocresía de la clase más burguesa,  las relaciones familiares y el egocentrismo.

El interés que Martín Bourboulon despierta en la frenético plano secuencia inicial de Papá o mamá (Papa ou maman, 2015), además de la lucidez que aportan ciertos momentos ágiles, se desestabiliza demasiado pronto en favor del cliché, anticipando un resultado cíclico –y muy roído- que será destapado por cualquiera capaz de señalar la receta costumbrista que el film decide seguir. Una vez superada su introducción, sus desviaciones intencionadas exceden límites que no todos los espectadores serán capaces de disfrutar. Es entonces cuando el humor simpático y los planteamientos melodramáticos dejan paso a una batalla disparatada, provocando a su vez que el ridículo y egoísmo de los personajes les aboque con demasiada diligencia hacia herramientas que resultan vulgares en pantalla: la comedia ciertamente misógina aparece sin pudor aunque intente quedar justificada, mientras el recurso de los gags a ritmo de bofetada o palabras malsonantes es continuamente reclamado por un guion en declive desde el inicio de su segundo acto.

Encontramos situaciones patéticas junto a momentos de humor esporádicos que pueden conseguir alguna carcajada furtiva, pero la irrelevancia de muchas escenas colocadas fuera de compás, así como la desdibujada silueta de los secundarios, los altibajos continuados y los excesos como bastón de apoyo ante la falta de originalidad lacran la credibilidad del conjunto. Es una verdadera lástima ver cómo la fluidez puntual de su dirección o las actuaciones logradas de sus protagonistas poco tienen que ofrecer cuando el resto de elementos pesan claramente en su contra, acercándose más a una colección de sketches mal encajados que a un entretenimiento agradable y cercano.

Por Carlos Durango
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