En una entrevista televisiva para el New York Times que vi hace unas semanas, Larry David afirmaba que las series de comedia han superado en calidad a las películas cómicas que se hacen hoy en día. Yo adoro el cine y me cuesta reconocer este tipo de afirmaciones, pero lamentablemente películas como Padres por Desigual se empeñan en dar la razón a Larry David.
No es que se trate de una mala comedia: sus actores están bien, tiene momentos francamente divertidos y su temática sobre la crisis masculina y los nuevos modelos familiares son un gran punto de partida. Pese a todo ello la película no tiene una identidad propia ni un discurso claro. Parece intentar hacernos reír a toda costa, como ese amigo que se cree gracioso y que siempre quiere hacer reír a todos incluso en contra de la voluntad de la gente. El tono llega a ser muy disparatado en algunos momentos, incluso hay algunas secuencias de puro slapstick a mitad de la película. Es evidente que la comedia como género precisa del exceso pero dentro de una coherencia. El tono es algo realmente importante en la comedia y cuando el espectador percibe coherencia y sentido en la estructura es cuando comienza a reír placenteramente y se deja de preguntar qué narices está pasando en la pantalla. En este título los directores no parecen saber hacia dónde van y la cinta queda muy lejos de los mejores títulos de esa nueva comedia americana que apadrinó Judd Apatow.
La película narra la lucha por conseguir el trono familiar entre un entrañable padrastro (Will Ferrel) y un testosterónico padre biológico (Mark Wahlberg). El conflicto es realmente potente y llega a incomodar al espectador en algunas de sus secuencias, pero cada vez que todo parece estar realmente en juego las cosas tienden a resolverse solas. Padres por desigual rehúye del conflicto como lo hace el amable personaje interpretado por Ferrel.
Este tipo de películas que intentan hacer reír a toda cosa con desigual éxito y que no tienen ningún otro objetivo más allá, parecen estar muy lejos de calar en el espectador como lo hacen algunos títulos televisivos de los últimos tiempos. Series como Louie (Louis C.K. 2010), Girls (Lena Dunham 2012) o Catastrophe (Rob Delaney, Sharon Horgan 2015) deben de hacer replantearse a Hollywood qué tipo de comedias quieren hacer en el futuro. Curiosamente todas esas series están protagonizadas por sus propios creadores, al igual que ocurría hace unos años en la última serie que creó Larry David.
Lo mejor: es imposible no reírse con algunos gags.
Lo peor: la película tiene un tono desigual que parece hacer honor al título.