Ludwig Göransson por Black Panther
A favor: Quizás el gran favorito. Con su primera nominación cuenta con el apoyo masivo hacia la cinta que culminó con la nominación a Mejor Película ya que sin la aclamación popular, esta nominación igual ni hubiera llegado. Siempre de la mano de Ryan Coogler con quién debutó en Fruitvale Station (2013) Ludwig Göransson culmina su mejor banda sonora hasta la fecha con esta nominación. Su mejor baza instrumental es esa percusión africana (simbolizando orígenes y raíces) y el uso de trompetas y trombones regularmente utilizado por Göransson en su música, que alejan por momentos de las fanfarrias metalizadas de la factoría superheroica.
En contra: El peso de esa aclamación popular que, paradójicamente, puede restar méritos musicales, es decir, que se cree una opinión que pueda perjudicar a los logros técnicos de una cinta notable, con una banda sonora a la altura de un autor en continuo ascenso. Esta música gana enteros en sus canciones menos superheroicas, sus instantes de íntima percusión cargados de un simbolismo hacia las raíces afroamericanas, con tonos que junta la realidad con sus ancestros. Pero, su Main theme, que tiene momentos de grandiosa originalidad (sobre todo su inicio), no consigue mantener el altísimo nivel con su estribillo, que es igual a lo que ya se ha oído en otros filmes de la casa Marvel. No dista mucho de sus predecesoras en cuánto a tono, ritmo e instrumento.
Terence Blanchard por Infiltrado en el KKKlan
A favor: Primera nominación también para Terence Blanchard, conocido por ser un gran trompetista de jazz. Suyas han sido las bandas sonoras bañadas por el sonido de un estilo muy personal durante décadas y muchas con la firma de Spike Lee. Ganó el Globo de Oro por La última noche (25th Hour, 2002). Director y compositor parecen haber encontrado su año, uno por una gran y muy necesaria cinta que discute y visualiza en clave cómica los grandes peligros raciales de la actualidad y otro por ser capaz de encontrar la tecla, o más bien, la cuerda con un cambio de instrumento (guitarra eléctrica) capaz de provocar una hipnosis con la canción central de la película provocando la nominación en todos los premios cinematográficos importantes del año.
En contra: Para los escépticos del cine de Spike Lee, para los reacios a un estilo que consideran pasado o que simplemente no están de acuerdo en sus discusiones. El daño colateral es para todos los ámbitos del filme, incluida la banda sonora. Puede pesar también el cambio de registro, pues los que están acostumbrados a escuchar a Blanchard sentado en su piano o soplando en sus trompetas pueden acusar el gran contraste por el uso de la guitarra eléctrica.
Alexandre Desplat por Isla de perros
A favor: Décima nominación para el compositor y músico francés, que se dice pronto. Ya tiene dos Oscar en su haber y, junto con Ludwig Göransson, uno de los grandes favoritos para alzarse con la estatuilla. Experto en la creación de atmósferas musicales que lidien con la sátira, con la crítica mordaz y sutil mediante melodías constantes y cortantes. Esta vez es un taiko, el gran tambor japonés, el instrumento que crea sensacionales ritmos cargados de gran humor negro. La capacidad camaleónica, musicalmente hablando, de este francés es su mayor arma. Si el año pasado, con La forma del agua (The Shape of Water, 2017), nos regalaba una banda sonora cargada de contenida carga dramática finalizando con una bellísima melodía de cabecera simbolizando esperanza, en esta cinta de Wes Anderson, da un giro diametralmente opuesto y crea una partitura traviesa a la par de transgresora que le puede suponer su tercera estatuilla, la segunda de forma consecutiva.
En contra: Que ya haya ganado el año pasado. Quizás esta banda sonora sea superior en todos los sentidos a la de La forma del agua, pero que ya haya ganado el premio en la edición anterior puede suponerle un lastre y la academia se decida a premiar a otros nominados.
Nicholas Britell por El blues de Beale Street
A favor: Segunda nominación para el posiblemente tapado de este año. A las puertas se quedaron sus acordes desgarradoramente bellos de Moonlight (2016) de ganar su primer premio. Esos acordes, esa música lírica mejor colocada que nunca para abrazar unas imágenes todavía más poéticas vuelven a estar a expensas de un merecido reconocimiento que puede llegar este año en forma de Oscar. El compositor de Barry Jenkins parece continuar la misma línea que en su anterior filme y, en este, entrega al espectador un acto de minimalismo colocado en el contexto de la comunidad negra.
En contra: Quizás el gran parecido que tiene con su predecesora en ciertos aspectos ya que por momentos parecen un complemento musical la una de la otra. Instrumentos repetidos en algunas canciones: violín, acordeón, etc, y así como a ciertos compositores puede acusárseles de ser demasiado dispares con sus partituras sin una unidad o instrumento que le defina, a otros se les puede culpar de autoplagio (James Horner y Hans Zimmer, dos premiados, son un buen ejemplo) reciclando alguna que otra vez, estilos y notas ya utilizados.
Marc Shaiman por El regreso de Mary Poppins
A favor: Quinta nominación para el compositor americano entre bandas sonoras y canciones originales. Veinte años después, desde Patch Adams (Paul Shadyac, 1998), vuelve a estar entre los cinco finalistas, y esta vez opta a dos premios, a mejor partitura y a mejor canción original. Su música es un más que correcto complemento a una cinta que tiene que juntar canciones nostálgicas con imágenes que homenajeen a una cinta clásica y de culto.
En contra: La aparente constante necesidad de la Academia de nominar casi por tópica obligación a un musical.
Por Manuel Rodríguez
