Mucho se ha escrito y filmado sobre ese tipo de relaciones que para prosperar deben superar las diferencias de clases sociales. Un obstáculo difícil de sortear, que se hace todavía más infranqueable cuando hablamos de personas del mismo sexo y ubicamos el romance en un pueblo perdido de la Inglaterra rural de los años 90. Si añadimos a la ecuación un fanático religioso como hermano de una de las amantes, obtenemos un verano de amor repleto de impedimentos y conflictos de todo tipo. En su línea habitual, Pawel Pawlikowski realiza un estudio de personajes cargado de sensibilidad y no menos sensualidad. Con un estilo menos preciosista y sobrio que en posteriores trabajos, pero igualmente fino y repleto de espontaneidad, el polaco construye una relación sentimental que parte de la amistad y de la heterosexualidad de ambas protagonistas para abrazar el descubrimiento de sensaciones censuradas por el contexto tradicional en el que se desarrolla el film.
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