El director brasileño Walter Salles (Estación Central de Brasil) vuelve nuevamente a las carteleras desde que en 2008 presentase «Línea de Pase«. Su regreso con «On the Road«, supone otro acercamiento a la búsqueda de vivencias, libertad e inspiración a través de la carreteras norteamericanas.
Basada en la novela de Jack Kerouac, cuya historia está inspirada en sus propios viajes a lo largo de la América de los años 40 junto a otros personajes, la película de Salles nos introduce en la historia mostrándonos a Sal (Sam Riley) subiéndose a un camión, se supone, muy lejos de casa… después sabremos por qué estaba allí.
No son pocas las críticas que denuncian que el filme carece de alma si lo comparamos con la profundidad y pasión que irradia una novela clave en la literatura norteamericana, pero yo, sin haberla leído, no soy capaz de encontrar ese vacío.
De acuerdo que en «On the Road» hay ciertas lagunas argumentales que provocan alguna sensación de desorientación, de perdernos en el guión, pero nada tan reseñable que haga que un largometraje con auténtico aroma a buena «road movie», pierda el sentido.
Insisto, desconozco la intensidad de la novela de Kerouac, pero pongo en duda que la película de Salles no sea capaz de hacernos seguir a los protagonistas a través de un viaje por la América de la posguerra, con todo el interés que despiertan sus atrayentes y, en ocasiones, complicadas personalidades.
Todo en la cinta del director de Río de Janeiro es melancólico, nostálgico y triste, por qué no decirlo. Pero es curioso, porque es una percepción constante hasta en las escenas más enérgicas; La pasión de los amigos protagonistas por la música negra de la época, el descubrimiento de las drogas y el sexo y la continua exaltación de la amistad durante los momentos en los que el alcohol es actor principal, irradian esa añoranza que inunda todo el filme y que lo dota del encanto que poseen otras películas de Walter Salles.
Y es que la historia no es para menos. Seamos quien seamos, todos queremos encontrar nuestro sitio en el mundo y para ello, como la película muestra con todas sus armas cinematográficas, a veces necesitamos escapar de lo que conocemos. Es de esta manera, dramática en algunas circunstancias, por la que optan los tres protagonistas de «On the Road«. Huyen sin mirar atrás, sin miedo a lo que ocurra, y con la necesidad de experimentar todo lo que un viaje así puede ofrecerles.
Con un guión en momentos atrevido y lleno de estímulos para el espectador que disfrute de estas búsquedas personales, el casting es determinante para conseguir trasladar sensaciones tan particulares. En este caso, me convence absolutamente el trabajo de los tres personajes principales;
Por un lado, Sam Riley, con su flemático aire inglés y Garrett Hedlund, que desprende gran expresividad para dar vida al personaje quizá más complejo de la película. Por otro, la errática y crepusculiana Kristen Stewart, que aquí consigue transformar esa inmovilidad que nos irritaba ligeramente a todos en la vampírica saga en entereza controlada, parte clave del carácter de su papel.
Curioso es también, la aparición de secundarios de fama superlativa, como son Viggo Mortensen, la pluriempleada Amy Adams, o Steve Buscemi.
«On the Road» está rodada con ternura, en ocasiones con cierta autocomplacencia, pero es innegable el talento de Walter Salles para trasladarnos a los años 40 con eficacia artística y técnica. La música de Gustavo Santaolalla (oscarizado en dos ocasiones por «Babel» y «Brokeback Mountain«) que aquí se mezcla con los clásicos de la época, como Slim Gaillard o Charlie Parker, una cuidada fotografía a cargo de Éric Gautier y el vigoroso diseño de producción, hacen del filme un auténtico placer para ojos y oídos. Esto logra mantener viva una película que, como decía, es irregular por ser a ratos indulgente pero que no pierde la capacidad de convertirse en un ligero deleite que, seguramente, valoraremos con mayor objetividad un tiempo después de haberla visto.
Por Javier Gómez
