En un ambiente sobrecargado de expectación, emoción y euforia, unas cuantas jóvenes se dirigen hacia un estadio con la intención de presenciar un partido de fútbol, algo que normalmente tienen vetado. Esta podría ser la descripción de una de las escenas más esperanzadoras y de mayor fuerza de Mustang (2015), película de Deniz Gamze Ergüen presentada por Francia a mejor película de habla no inglesa en la pasada edición de los Oscars. Pero aquí la posibilidad de entrar al estadio se encuentra, únicamente, en la capacidad que tengan estas mujeres para pasar inadvertidas ante los controles de seguridad. Este es el argumento de Offside (Fuera de juego, 2005), quinto largometraje del iraní Jafar Panahi, director de gran influencia en el cine de denuncia social que traspasa las fronteras de Irán.
A pesar de ser encumbrado por la crítica y el público internacional, Panahi tuvo que enfrentarse a la censura de su país tras la realización de Offiside, su última película antes de que en 2010 el Tribunal Supremo de Irán le inhabilitara a no ejercer su profesión de cineasta durante 20 años. Imputado por atentar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el Estado, Panahi está confinado en su país tras haber pasado por la cárcel y el arresto domiciliario.
Para comprender la sentencia (y el miedo) de un país que restringe y cuida la imagen mediática que se proyecta al extranjero, es necesario repasar la filmografía de este realizador perteneciente a la nueva ola del cine iraní. La principal característica de estos cineastas, esencia del estilo de Panahi, es la perspectiva neorrealista con la que aborda sus proyectos, un neorrealismo latente en una puesta en escena de respeto a la realidad que retrata, sin artificios, en consonancia con la temática propia de un género que comparte con el cine del que procede (el neorrealismo italiano de los años 40): las dificultades de los individuos causadas por la sociedad a la que pertenecen. La sociedad iraní actual, y más concretamente la situación de las mujeres y su privación de libertad, será una constante en el cine de Panahi cuya mirada está exenta de paternalismo y condescendencia hacia los personajes femeninos que retrata.
Offside comparte con el resto de la películas de Panahi estas líneas temáticas y estilísticas, incluyendo esta vez cierto matiz de humor ácido y desenfadado (quizá uno de los detonantes que provocaron la persecución del realizador). En el film se fuerzan los límites del lenguaje cinematográfico para buscar la verosimilitud de un relato que se va construyendo a partir del escenario en que se suceden los hechos. Se rueda la acción a tiempo real, durante el encuentro entre Irán y Baréin para la clasificación del mundial de fútbol de 2006. El relato queda supeditado a lo que suceda en el partido sin que ello comprometa la verdadera intención del film. Ganen o pierdan, la situación de las mujeres será la misma. La asfixia de la identidad femenina no forma parte de una historia concreta, sino de una realidad social. Las mujeres iraníes no son libres y así lo capta Panahi. La mayor fuerza de la película radica en unas mujeres que, privadas de libertad y derechos, luchan y combaten la dominación masculina: viajan solas por Teherán, cambian el chador por gorras de fútbol y se rebelan ante unas normas patriarcales que son la base de la distribución sexual de los espacios públicos (en este caso, los estadios de fútbol).
El desafío al statu quo de estas mujeres transgrede el miedo cotidiano que se respiraba en El círculo (Dayereh, 2000). Alrededor del deporte oficial marca del género masculino (el fútbol), Panahi registra la lucha de unas mujeres que no aceptan lo que consideran injusto. Ante la cámara irán sucediéndose momentos en que la solidaridad femenina y las incongruencias, personificadas en unos personajes masculinos que tampoco parecen entender el porqué de las normas que imperan y acatan por tradición, se insertan en un discurso que atraviesa toda la trayectoria de este cineasta empeñado en construir ficciones realistas con dosis de humanismo universal.
Aunque han transcurrido 10 años desde el estreno de Offside, la película de Panahi goza de total actualidad dentro del panorama cinematográfico. En Taxi Teherán (2015), última trabajo del director, la alusión al encarcelamiento de una mujer por intentar entrar a un estadio es la forma en que Panahi reactualiza el conflicto, haciendo consciente al espectador de la vigencia de esta situación y añadiendo el toque de dureza que no tenía cabida en Offside (lo mismo que hicieron las mujeres de Offside puede llegar a suponer la cárcel de hasta 108 días).
No hay igualdad de condiciones, ni ley penal ni religiosa que avale el mundo de prohibiciones en que se mueven las mujeres de Offside. Pero hay vitalidad, esperanza y fuegos artificiales. La realidad se tiñe de energía y fortaleza, por mucho que la censura se empeñe en calificarlo de sórdido realismo.