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Nicolas Winding Refn: la insurrección del daltonismo danés

Durante los años 90 dos creadores daneses intentaron reescribir las normas de dirección construyendo un movimiento fílmico puro y vanguardista a través de un manifiesto conocido como Dogma 95 o el Voto de Castidad del cine danés. Lars von Trier y Thomas Vinterberg comandaron esta iniciativa en la que la cámara al hombro y la ausencia de excesivos artificios marcaban las pautas del cine. Aunque ligeramente desmarcado de la virginidad del Colectivo Dogma, Nicolas Winding Refn exploró ciertas formas castas de creación en sus primeros filmes claramente influenciado por las corrientes nacionales contemporáneas, además del cine francés de décadas previas, para después avanzar en su carrera definiendo un estilo propio.

Nacido en Copenhague en 1970, creció a medio camino entre Nueva York y Dinamarca, lugares que le acogieron como estudiante de artes dramáticas y cinematografía, respectivamente. Pese a su claro portento tras las cámaras nunca llegó a concluir sus estudios en ninguna de ellas, aspecto sorprendente en su biografía si consideramos el actual estatus de NWR (firma que habitualmente utiliza el director) como uno de los directores contemporáneos autodidactas más influyentes y subversivos del panorama internacional.

Desde sus inicios marcados por esa sobriedad fílmica danesa hasta sus últimas obras saturadas de contrastes y pureza en la paleta cromática de sus imágenes, su obra ha estado siempre marcada por una exploración de la condición humana a partir de una visión evidentemente violenta y perturbadora de las relaciones y la conciencia. Sin embargo, la crueldad narrativa se aleja de la gratuidad y lo mundano para examinar lazos de amistad, familia o auto-confidencia de sus personajes cuyas vías de actuación toman herramientas poco ortodoxas en gran parte de los relatos.

Sus obras siempre han intentado ser extrapoladas de cualquier convencionalismo, distanciándole de otros directores -sin desmerecer las claras influencias que muestra de muchos de ellos- y generando un estilo propio que en sus últimas películas ha llegado a ser descrito como fetichista o adulador de su propio ego. Algo innegable sobre sus métodos es la carismática manera que tiene de superar sus propias barreras físicas; una de sus obvias firmas personales como es la saturación de tonalidades agresivas o el juego con iluminación intensa en las imágenes es su propia forma de superación de la condición daltónica que sufre en su visión. Estas técnicas quedan evidenciadas al final de su “época danesa” para satisfacer el resultado de sus últimas obras, siendo Drive (2011) el hito que define un antes y un después en su carrera. 

EL PREÁMBULO DANÉS  Y LA INCLUSIÓN AL THRILLER PSICOLÓGICO

Una trepidante cuenta atrás en las cloacas de la mafia danesa es el hilo conductor de Pusher: Un paseo por el abismo (Pusher, 1996), la carta de presentación ante el público danés que ha acabado generando su propio culto en rededor. Drogas, depravación y violencia para alimentar a los protagonistas de este ajuste de cuentas en el que el camaleónico Mads Mikkelsen comenzó su carrera en el cine. Sus entregas posteriores, Con las manos ensangrentadas (Pusher 2) (Pusher II, 2004) y Soy el ángel de la muerte (Pusher 3) (Pusher III, 2005), mantienen la estética además de la confrontación de los personajes con sus vicios y la repercusión que la deslocalización de sus vidas tiene en sus relaciones de amistad y familiares. Un juego fuero del tablero reglamentario el cual NWR utiliza para ejecutar un perfecto acercamiento del público al lado más oscuro de Copenhague, la brutal huida continua de personajes despreciables, así como las posibilidad de desarrollo psicológico que su cine demuestra.  El resultado es una trilogía en la que las acciones se convierten en el verdugo de los protagonistas, amarrando la horca que el metraje se encarga de tensar en cada minuto.

Antes de completar su trilogía fetiche, en Fuera de sí (Bleeder, 1999) continuó estrujando sus técnicas de cámara al hombro para rodar un drama social cargado de realismo, intolerancia y violencia en diversas variantes. Quizá su película más cercana a los estamentos del Dogma coetáneo, pero a la vez claramente influenciada por el cine norteamericano a la hora de rodar la acción en la misma. De nuevo, Mikkelsen toma el protagonismo de la película interpretando a un cinéfilo empedernido cuyas líneas son utilizadas en la introducción de la cinta para homenajear a los templos de alquiler de VHS y la cinefilia.

Si bien Fear X (2003) también es anterior al cierre de la trilogía Pusher, este thriller puede ser considerado como el punto de transición entre su época danesa y el inicio de su carrera internacional, además de su primera inclusión en un género mucho más psicológico. De premisa simple; un hombre busca al asesino de su mujer, pero con los elementos necesarios para suscitar por primera vez una clara división entre los espectadores por su confusa apariencia pese a ser la primera obra en la que NWR comienza a aplicar abiertamente lo que será su estilo de pureza visual –casi lynchiana en muchas ocasiones-, utilizando un alto contraste en fotografía con elementos simbólicos destacados en propuestas ocasionalmente minimalistas. 

LA REFINADA SIMPATÍA POR EL ANTIHÉROE

Con una estética y un modus operandi germinados en sus trabajos anteriores, el director danés firma en apenas dos años sus producciones con mayores medios hasta la fecha; Bronson (2008) y Valhalla Rising (2009), ambas investigaciones de (anti)héroes anómalos, feroces y solitarios. La primera de ellas resulta altamente recomendable por su investigación de nuevos métodos narrativos desmembrando los biopics convencionales a los que el público suele estar habituado. En ella Tom Hardy se encarga de orquestar los acontecimientos desde un monólogo dirigido directamente al espectador; Charles Bronson (considerado el preso más violento de la historia de Reino Unido) dirige la función en la que su historia es relatada como un festejo de la teatralidad en la violencia  que sirve de droga a este sociópata. El arte del sadismo que derrocha la cinta consiguió ascenderla hasta titulares como “La naranja mecánica del siglo XXI. Sería interesante conocer la opinión de Stanley Kubrick.

Con Valhalla Rising volvió a quebrar por completo la opinión del público. La historia de One-Eye (nueva colaboración con Mads Mikkelsen) fue brutalmente dañada por la publicidad que recibió; la violencia que los medios vendieron no aporta más que 15 minutos de metraje, en cambio el drama de personajes cubre la trama en torno a la expiación de los pecados, la fe y el aislamiento. Su protagonista no necesita una sola palabra -y le sobra incluso un ojo- para hablarnos de sus confrontaciones interiores apoyándose en la maravillosa fotografía de paisajes. Controvertida y con vértices que nos recuerdan a Aguirre, la cólera de Dios (Aguirre der Zorn Gottes, 1972), se conforma como una de sus obras más reflexivas y oníricas, con aspiraciones religiosas y metafísicas. Lástima que no todos los estómagos puedan soportar la sobriedad y dilación que el director consideró pertinentes para esta ocasión. 

© La Belle Allee Productions / NWR Film Productions / Nimbus Film Productions / One Eye Production / Savalas Audio Post-Production

© La Belle Allee Productions / NWR Film Productions / Nimbus Film Productions / One Eye Production / Savalas Audio Post-Production

DRIVE: LA CONCISIÓN FÍLMICA Y SU ESTRUENDO INTERNACIONAL

La geometría de sus personajes siempre había conseguido evolucionar en la cantidad de matices que podían aportar al guion, pero Drive (2011) consiguió describir el éxtasis creativo de Nicolas Winding Refn gracias, entre otros muchos motivos, a su poliédrico personaje cuyo arco argumental está cargado de aristas perfiladas de manera impecable. Ryan Gosling se enfunda la inconfundible chaqueta del escorpión y juega con el mondadientes como si de un cowboy se tratara, haciendo arder el asfalto de la ciudad a ritmo de Kavinsky  y su electrizante Nightcall. Así dan inicio a una película en la que el director olvida definitivamente su época de cámara al hombro para implantar la precisión y métrica que serán norma de su cine a partir de ahora.

La obstinada personalidad del forajido sin nombre se adentra en un drama familiar en el  que el erotismo y la violencia juegan en el mismo equipo de este film neo-noir de culto instantáneo. Dejando a su paso escenas  frías y macabras, al igual que sumamente elegantes como la provocadora secuencia del ascensor (tan excitante como funesta), Drive avanza con semblanza desarrollando el drama y la tensión con rigor para sellar un thriller estiloso, con personalidad, abarcando con lúgubre romanticismo instintos naturales del hombre como animal salvaje. Una de sus canciones recalca “You keep me under your spell, y eso es precisamente lo que consigue NWR en esta ocasión. Drive es un hechizo del cine moderno. 

EL APLOMO DEL ESTILO CINEMATOGRÁFICO

La expectación que las obras posteriores a Drive han suscitado está más que justificada, aunque puede suponer un gran lastre si nos dejamos influenciar por vagas comparaciones con su -permítanme este lujo- obra maestra. La estética y la técnica cinematográfica que NWR ha establecido a estas alturas han dado pie a dos obras en las que cada escena parece estar ideada al milímetro para formar una impactante transición entre satinados cuadros en movimiento donde la violencia explícita se entrelaza con la escrupulosa simetría y simbolismo crean siniestros resultados.

Sólo Dios perdona (Only God Forgives, 2013) rompió la polarizada opinión que el público tenía acerca de sus anteriores trabajos al presentar un drama de personajes maquiavélicos donde la ostentosidad de la puesta en escena camufla la flaqueza de su guion. Aunque a ritmo de delicadas pinceladas, la violencia servida en fuertes brochazos que avanzan un paso más en la estridencia de las violentas tonalidades utilizadas.

Si en Sólo Dios perdona el resultado final –aunque estimulante e interesante- queda desmerecido por la irregular planicie de sus personajes, NWR intentó volver al cauce de la consistencia argumental con su última obra; The Neon Demon (2016). Un nuevo escaparate casi onírico en la que el psicodélico contraste visual nos hace partícipes de un aquelarre casi ceremonial donde la feminidad se convierte en el elemento de poder, en contraposición a la potente masculinidad que sus anteriores obras mostraban. El perturbado simbolismo que esconde la belleza de sus imágenes es sustentado por la robustez del conjunto, dejando la controversia servida en el festín final. 

NEXT STEPS

Aún no se conocen demasiados detalles de lo que parece ser su próximo trabajo; The Avenging Silence. Medios especializados hablan de un thriller protagonizado por un espía europeo privado del habla que estará ambientado en Japón. Aunque tengamos que esperar a ver este trabajo, su filmografía apunta claramente a que en cualquiera de sus próximas obras destacarán el estilismo minucioso y deliberado de la imagen y la contrastada observación de la perturbadora psicología humana discerniendo instinto, moralidad y acciones de sus “héroes” en películas de violencia presumiblemente rotunda. Esperemos que pueda estar a la altura y continúe con este alzamiento artístico de los directores daltónicos daneses.

 

FILMOGRAFÍA COMPLETA

Pusher (1996) – Bleeder (1999) – Fear X (2003) – Pusher II (2004) – Pusher III (2005) – Bronson (2008) – Valhalla Rising (2009) – Drive (2011) – Sólo Dios perdona (Only God Forgives, 2013) – The Neon Demon (2016) – Too Old To Die Young (Serie de TV, 2018) – The Avenging Silence (2018)

Por Carlos Durango
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