Amparado por la autoría de La bruja (The Witch, 2015) y El faro (The Lighthouse, 2019), el director estadounidense Robert Eggers ha dado a luz otro atmosférico film plagado de mística, folclore nórdico y, esta vez, un importante volumen de violencia vikinga. El hombre del norte (The Northman, 2022), es un relato salvaje sobre la venganza, que plantea, de la misma forma que expone brutalmente las consecuencias de buscarla, si el tormento (y el éxtasis) que supone la vendetta son razones suficientemente poderosas como para renunciar a una vida más convencional en una situación de paz y armonía. Aquí no hay camino del héroe, sino el ansia de cumplir una promesa que despoja al hombre de casi toda humanidad, convirtiendo sus decisiones y su entorno en un infierno mezcla de espiritualidad ancestral y una ferocidad desmedida.
Eggers se consagra definitivamente como un director en fabuloso estado de forma, sabedor de sus habilidades como narrador y cuya capacidad para la puesta en escena lo han convertido en un realizador referencial. A pesar de la diferencia de géneros en las tres películas que engrosan su filmografía, la firma de Eggers se ha hecho identificable y, aunque The Northman es menos apasionante que su debut en el largometraje (La bruja), sí es indiscutible su categoría de experiencia cinematográfica inmersiva. El film tiene, sobre todo en su primera mitad, mucho de mágico y a la vez brutal. Mucho de orgánico y de tangible desafío desde la pantalla.
Es de agradecer, por tanto, la astucia y el arrojo de un director que mantiene intacta su forma de hacer cine. Eggers pone todo su empeño y su talento al servicio de un espectador ávido de sensaciones fuertes, pero saturado de los productos prefabricados de algunas majors, a través de la poética del diálogo y la imagen: maravillosa fotografía, apasionantes muchos diálogos, un gran trabajo del reparto (atención especial a Alexander Skarsgård y Nicole Kidman) y una partitura de lo más contundente. Viendo el manejo de todos estos aspectos, no hay duda de que el panorama tiene en su figura un asidero al que agarrarse para seguir creyendo en que el cine de autor también puede llegar -y entusiasmar- al gran público.
