Conéctate con nosotros

Cine norteamericano

No respires: No vas a poder hacerlo

El slasher es un subgénero del cine de terror que se caracteriza por estar protagonizado por un grupo de adolescentes que, gozando de la libertad que les otorga el no estar supervisados por ningún mayor, van siendo asesinados, uno tras otro, a manos de un psicópata o asesino en serie. Dos buenos ejemplos serían títulos de la talla de Halloween (1978), de John Carpenter, o Scream (1996), de Wes Craven. Estos rasgos son los más característicos de la categoría, pero lo más interesante es el hecho de que estos jóvenes suelen estar siempre relacionados con actos sexuales prematuros, pecaminosos e incluso consumo de drogas. En sus orígenes, esto no fue sino un toque de atención de la industria cinematográfica estadounidense a una juventud que parecía tener demasiada prisa por crecer.

Sin llegar a ser un slasher al uso (no hay tantas víctimas, y en este caso el antagonista empieza la persecución como reacción a los actos de los protagonistas), No respires sabe mantener perfectamente esa esencia de la doble moral que puede hacernos pensar que los protagonistas tienen lo que se merecen, e incluso, a veces, hacernos desear la muerte de algún personaje principal. ¿Quién es “el malo”? ¿La delincuencia de unos jóvenes ladrones y agresores justifica que un anciano muy peligroso (Stephen Lang) quiera defenderse? ¡Cuidado!, si piensa que la respuesta es sí no lo diga en alto, mejor siga siendo un ser políticamente correcto.

A pesar de tratarse de una cinta de terror, No respires también ofrece un guion perfectamente hilvanado y más desarrollado de lo que realmente necesita una obra del género para cumplir su cometido. Dicho guion fundamenta su efecto en la narración de acontecimientos perfectamente plausibles y de atrocidades llevadas a cabo por un ex marine ciego que se siente invadido, no por los caprichos de un espíritu infeliz ni del monstruo famélico de turno. Por otro lado, no podemos hablar del guion sin sacar a relucir ciertas lagunas argumentales (¿qué ladrón entra en una casa con personas dentro sin poner el móvil en silencio?), ni debemos pasar por encima unos veinte minutos finales absolutamente redundantes, vacíos y prescindibles, que buscan dar con un final forzadamente cerrado.

Lo más interesante de la película es, sin embargo, los recursos técnicos que utiliza Fede Álvarez tanto para crear la tensión necesaria como para introducirnos en la acción: no le tiembla el pulso al emplear un virtuoso plano secuencia para mostrarnos los elementos que serán relevantes a lo largo del metraje y hacernos partícipes de que en ese mismo instante va a empezar lo que el film promete. La tensión, la base de todo thriller, está perfectamente creada gracias al uso del sonido… o mejor dicho, de la ausencia de este: desde el título ya se nos avisa de que el silencio es lo único que puede salvar a los protagonistas, y precisamente su conservación es el principal escollo a salvar, estrategia que acentúa considerablemente los sustos y, lo que es más importante, crea la atmósfera previa a estos. Pero eso no es todo, cuando el silencio se convierte en algo insostenible (exigencias del guion) el interés se mantiene intacto por medio de las palabras que salen de la boca del antagonista, de los acertados giros de guion, y de recursos visuales como algunos planos de visión nocturna, que otorgan a los rasgos de Stephen Lang una plasticidad absolutamente impactante y casi palpable.

Lo mejor: el uso de la tensión.

Lo peor: los últimos veinte minutos. Parece como si les diera miedo acabar cuando realmente el film lo está pidiendo a gritos.

Por Martín Escolar-Sanz
Hazte con todas las Novedades --->

Click para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Anuncio

Lo mas vistos

10 cosas sobre Voldemort que quizá no sabías

Reportajes

Hazte con todas las Novedades --->