El director japonés Hayao Miyazaki anunció hace unos meses que su retirada era, esta vez sí, un hecho seguro. En ese momento, los millones de fans que tiene alrededor de todo el planeta no pudimos evitar sentir profundamente que la jubilación de uno de los genios del cine se hiciese finalmente realidad. Deja su labor presentando su última película El Viento se Levanta (Kaze tachinu, 2013) otra joya más que pasa a engrosar la larga lista de obras maestras que el realizador de Tokio deja tras de sí, habiendo creado un estilo único, mezcla de cine de autor, fantástico, plagado de universos a los que solo él ha conseguido trasladarnos.
He aquí cinco razones por las que disfrutar del cine de Miyazaki, el creador de sueños:
IMAGINACIÓN AL PODER
Hayao Miyazaki es poseedor de una mente portentosa. Su creatividad e imaginación inagotables han dado a luz decenas de universos, escenarios y situaciones que describe en sus películas de manera épica y portentosa tanto en lo visual como en el trazo emocional de los roles y conceptos que maneja. La riqueza de personajes, colorido y música con los que ha plasmado sus virtuosos pensamientos han quedado impresos en nuestras cabezas y corazones para no ser olvidados jamás.
FEMINISTA Y PACIFISTA
El director de Tokio se declara un feminista y pacifista convencido. Este aspecto puede verse claramente en la mayoría de sus películas. Un alto porcentaje de sus realizaciones tiene a una mujer como protagonista, ya sea como pequeñas e ingenuas niñas (Mi Vecino Totoro, Heidi), adolescentes de incontrolable curiosidad por explorar el mundo (El Viaje de Chihiro) o mujeres más mayores a las que refleja responsables y siempre atentas a los avatares vitales. A la vez, no duda en ponerlas frente a frente con el peligro a través de otras situaciones nada cotidianas de manera menos dulce pero igual de apasionada. Por otro lado, el realizador insiste en mostrar la sinrazón de los enfrentamientos y las guerras que, paradójicamente, no duda en mostrar en sus películas, ya sea a base de metáforas, luchas entre animales (Pompoko, La Princesa Mononoke) o de conflictos más realistas (Nausicaä del Valle del Viento, El Viento se Levanta) Su cine es un canto a la reconciliación entre la naturaleza y el hombre, también de este consigo mismo, que reivindica con historias que utilizan las propias guerras como recurso antibelicista.
PERSONAJES PARA LA ETERNIDAD
Ver el cine de Hayao Miyazaki hace que uno, aparte de las propias películas, no olvide muchos de los personajes que en ellas aparecen (también en series como Heidi o Sherlock Holmes). El director japonés dota sus creaciones de una personalidad y un carisma arrolladores, ya sea por la impetuosidad de unos, como por la encantadora inocencia de otros. Aquellas figuras que desarrolla en ambientes más propios de cuento o que dan la réplica a los roles principales, se convierten también en piezas clave de su filmografía, llegando a eclipsar en más de una ocasión la importancia de los protagonistas. Tal es el caso de Ponyo (Ponyo en el Acantilado), Yubaba (El Viaje de Chihiro), Howl (El Castillo Ambulante) o, sin duda, el gran icono de la factoría Ghibli: Totoro.
© Ghibli |
MIYAZAKI NO ES DISNEY
En muchas ocasiones se ha calificado al director tokiota como «el Disney japonés«. Nada más lejos de la realidad. El cine de ambos no puede ser más diferente, y es que, sin desmerecer lo que hizo Walt Disney, Miyazaki huye de convencionalismos y de clichés que tantas y tantas veces se repitieron a lo largo de los largometrajes que presentó y continúa presentando la todopoderosa productora. Las películas del creador norteamericano presentaban esquemas narrativos parecidos y sus personajes, aunque físicamente variopintos y muy diferentes, seguían patrones repetitivos que a día de hoy pecan de lo mismo (aunque la dinámica parece estar cambiando). En el caso de la animación de Miyazaki, todo es mucho más variado y distinto en cada una de sus películas. Nada responde a los mismas directrices. Esa riqueza es la mayor virtud de un cine que no se ajusta a ninguna dinámica argumental siendo muy complicado elegir uno de sus filmes como favorito.
EL VIAJE DE CHIHIRO
Y por último (aunque podríamos estar hablando de su cine durante semanas) una de las grandes razones por las que uno no debe perderse la filmografía de Miyazaki es por la que para muchos es su obra maestra: El Viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi) . La cumbre de su carrera con la que, además, consiguió el Oso de Oro en Berlín (junto a Bloody Sunday) y el Oscar a la mejor película de animación en 2002.
El filme del director japonés es una de las mejores películas de animación de todos los tiempos, incluso podríamos añadirla a esas listas que determinan cuáles son las mejores películas jamás realizadas, por qué no. El Viaje de Chihiro es una película deslumbrante, capaz de ensimismar con su animación y su música tanto a niños como a adultos. Miyazaki desplegó todo su potencial creativo para dar a luz una obra que utiliza la tradición cultural japonesa como puente para, con una fortaleza visual y narrativa asombrosa, convertir una historia de amor, valentía y espíritus ancestrales, en un derroche artístico de un nivel insuperable. Tanto es así que El Viaje de Chihiro es a día de hoy la película más taquillera del cine nipón. Galardonada con un total de 35 premios, se convirtió en la primera y única película anime en conseguir un Oscar.