Ojo, «Mátalos suavemente» no es una película de acción.
Esta observación debe tenerse muy en cuenta a la hora de ir a ver la película ¿por qué? porque si no es así saldremos decepcionados (el marketing algo embustero de la productora tampoco ayuda)
Andrew Dominik («Chopper«, «El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford«) director, es un hombre que a lo largo de su breve filmografía ha demostrado poseer un estilo personal y sutilmente alejado de montajes convencionales, además, refleja en sus películas un peculiar punto de vista que, todo sea dicho, puede resultar algo incómodo para el espectador.
Durante el filme, seremos testigos de ciertas escenas que parecen no llegar a ninguna parte y que nos obligan, puede que sin quererlo, a intentar sacar conclusiones tempranas. La cosa podría tornarse en un subjetivo «yo creo que…» con el que tengamos en la butaca de al lado y, según en qué momentos, esta puede ser una acción contraproducente.
Esto es bueno y es malo. Cuando vemos una película cuyo mensaje no tenemos muy claro, las ideas borrosas acaban por empañar lo que puede haber sido un producto de calidad, hecho con sapiencia y con cierto buen gusto. Tal es el caso de «Mátalos suavemente«, una cinta de realización verdaderamente talentosa que quizá nos deje a todos con la sensación de no entender qué se nos quiere contar. Nos es una peli de mafiosos al uso, ni es una abierta crítica social, si no que puede tratarse de un relato sobre el american way of life contado desde el prisma de la calaña de los bajos fondos que aquí intenta confundirnos y hacernos creer (quizá con razón) que la política es la misma clase de podrida jerarquía sociocultural.
Veo un gran defecto. Donde encontramos un relato de fuerte impacto visual, escenas de diálogos tan soeces como brillantes (véase el momento del coche previo al atraco a la timba) y fenomenales interpretaciones – todo el elenco está impresionante – también encontramos la más que probable saturación a la que nos somete Dominik con el forzado mensaje de los candidatos a la presidencia norteamericana, Bush y Obama, con una finalidad poco clara. Es obvio que se quiere recalcar el discurso de ambos contendientes, las reivindicaciones del ocupante de La Casa Blanca y las promesas del que quiere ocuparla, pero quizá se hace de manera tan repetitiva como ineficaz, llegando a confundir y, como decía antes, a estropear el resto de virtudes (grandes) que posee la película.
Sin embargo, James Gandolfini, Brad Pitt y la espeluznante pareja que forman Scoot McNairy y un grimoso pero inmesamente creible Ben Mendelsohn, consiguen dotar al filme de momentos verdaderamente brillantes. Sería difícil elegir cual de las conversaciones es mejor. Si a esto le sumamos una secuencia terrible donde el venerado por todos Ray Liotta sale mal parado y el atraco, epicentro del resto de guión, rodado con pulso firme y suspense de alto nivel (ojo a los sonidos a lo largo del pasillo) podemos intentar olvidar ese confuso mensaje del que hablaba al principio de la crítica. A uno, ciertos aspectos como lo comentado, pueden hacerle ver las cosas de otra manera, siendo finalmente algo más benevolente con esta cinta de género más o menos inclasificable.
No pasará a la historia, pero tiene buenos momentos de cine negro, de humor aun más oscuro y de secuencias que beben del buen hacer del maestro Scorsese o del dialogo histérico del más agudo Tarantino. Juzguen ustedes mismos.
Por Javier Gómez