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Joder, cómo ha empezado el mes de febrero. El mes que el cine tiende a celebrar como, quizá, el más importante del año (Oscarsssss). Primero que Woody Allen es un jodido pederasta. Hasta que se demuestre lo contrario. Cualquiera que haya visto los extras del DVD de «La semilla del diablo», en los que se ve el nivel de colgadez de Mia Farrow al lado de un alguien aún más pirado que ella como es Polanski, podría creer que esto del papi adoptivo toquetón es una artimaña de la despechada ex del genio de Nueva York. Pero el asunto está feo, porque las declaraciones de Dylan Farrow son desgarradoras.
Y bueno, así se va pasando el domingo cuando, coño, ahí está el primer tuit anunciándolo. Nahh, tiene que ser un error, si el tío es jovencísimo. Pero llega el segundo. Y ya empiezan a escribirte los colegas que son más cinéfilos que tú, “tronco, ha palmado Philip Seymour Hoffman”.
Con un físico más bien peculiar, alejado de los cánones clásicos que le podrían situar en el drama o la comedia, prácticamente albino, con tendencia a la obesidad, con una altura más bien recortada, y con un nombre de lo más rimbombante, Hoffman dotó a todos sus personajes de un alma atormentada, de matices, de vida. El clásico clase media, el antihéroe, el fracasado capaz de robar a sus padres para pagarse sus vicios, el perdedor digno, el patético inadaptado, el enemigo más inteligente de Tom Cruise (en Misión: Imposible, no en The Master…ustedes ya me entienden), la personalidad más ambigua del Nueva York dorado de los 50-60…tomaba riesgos, pero también heroína. Y esa mezcla explosiva se lo ha llevado de una manera que parece más digna de los 80, y de estrellas del grunge o del punk.
Cualquier semblanza que se haga de él debería pasar por el tamiz de sus allegados, porque este señor era más hermético que un tupperware. Así que, sin entrar a valorar adicciones, vicios u obsesiones de estrellita consentida, vamos simplemente a recordar los mejores papeles de uno de los más grandes actores de la actualidad, y que con esta muerte, lógicamente, entra en la leyenda. Si se hubiera muerto un mes antes, seguramente estaría nominado por algún papel olvidado, en la línea de la Academia. Pero por los que sí fue premiado, o debió serlo fue por:
  • Capote: no aparece en primer lugar porque pensemos que es su mejor papel, pero desde luego será por el que más se le recuerde. Acaparó todos y cada uno de los premios a los que se presentó con esta semblanza del controvertido escritor. Hablamos de una de las personalidades más retorcidas de todo el siglo XX, con sus filias y sus fobias. Hoffman, lejos de ejercer de vedette trasnochada, calmó sus facciones, aniñó el tono de su voz, y dio un recital de mimetismo, a la vez que humanizaba a uno de los divos más histriónicos de la cultura americana.
  • Happiness: pasado de peso, con chaqueta de pata de gallo, aún le vemos ahí, tumbado en el diván de un psicólogo más pendiente de los muslos de un niño que de su paciente, escupiendo patetismo pajillero, misógino, tímido, cobarde, sudoroso…la errática y laberíntica mente de Todd Solondz se adaptaba como un guante de latex a este grandioso actor, capaz de mostrar el lado más humano de un “unabomber” de finales de los 90, de los que a día de hoy se pegaría horas delante de Internet visitando páginas porno, y olisqueando el champú de sus vecinas en el ascensor. Sus rabietas de inadaptado, acosando vía telefónica a esas mujeres inalcanzables con las que sabe que nunca podrá acostarse.
  • Antes que el diablo sepa que has muerto: vaya regalo se hicieron mutuamente Sidney Lumet y Hoffman componiendo a un desgraciado y patético cuarentón, ahogado por las deudas, engañado por su hermano, aniquilado por su torpeza y la de los que le rodean. Nunca vi un actor que transmitiera tanto patetismo como lo hacía Hoffman en el arranque de esta película, penetrando a su infiel esposa (Marisa Tomei) con un deje de fatiga y culpabilidad, consciente de que no es nada, de que esos polvos traerán muchos lodos. 
  • Magnolia: quizá no sea su mejor papel, pero sí el que más ha calado de todos los que ha creado con su director fetiche, Paul Thomas Anderson. Un gay multicolor en «Boogie Nights», y el magnético y atractivo fundador de la Cienciología en «The Master«, dando réplica al magnífico Joaquim Phoenix, componen un tríptico de calidad celestial. Tres deslumbrantes papeles en tres de las mejores películas de los últimos 15 años. Ahí es nada.
  • La última noche: En la infravalorada película de Spike Lee Hoffman vuelve a encarnar a un taimado y acomplejado profesor de mediana edad, obsesionado de nuevo por los síntomas de la decadencia de Occidente: sexo, éxito, seguridad, dinero…No solo es que salga bien parado del duelo interpretativo con Edward Norton, es que se lo come como si fuesen petas zetas.
Claro que no olvidamos al cínico agente de la CIA de «La Guerra de Charlie Wilson» (de largo lo mejor de la peli), al enigmático e irresoluto sacerdote de La Duda, o sus papeles en «Casi famosos», «El talento de Mr. Ripley», el sentido secretario de «El gran Lebowski», las muy comerciales Mission: «Imposible III» y «Twister». Y llega «A most wanted man», de Anton Corbijn. 
No. Aún no me lo quiero creer.
Por J.M.C.

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