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Javier G. Godoy

MAMÁ: cuando la taquilla engaña

Sin novedad en el frente, rezaba el título de la película norteamericana que en 1930 dirigió Lewis Milestone. Pues bien, así seguiremos, de momento, en lo que a películas de terror se refiere.

Y eso que, desde luego, nos alegramos del éxito de taquilla que ha supuesto «Mamá» en los Estados Unidos, ya que gran parte del equipo técnico es español. Cada vez son más los artistas, técnicos y especialistas en diversos campos que ocupan un lugar en los títulos de crédito de las superproducciones americanas (aunque esta es una coproducción hispano-canadiense) Es trabajo y reconocimiento, así que, visto como está por nuestro país el panorama cinematográfico en lo que a empleo se refiere, es una gran noticia.

Sin embargo, «Mamá» es otra broma de mal gusto, su gran funcionamiento en los cines estadounidenses no es más que una ilusión óptica, un reclamo en forma de espejismo en medio de un desierto que se disuelve antes de que nos de tiempo a creer que por fin veremos algo que merezca la pena.
La película, producida por el pluriempleado Guillermo del Toro, es otro producto anabolizado que intenta asustar tirando de los mismos recursos de las películas del género de los últimos años; tópicos y clichés sin casi excepción.

Jessica Chastain y Nikolaj Coster-Waldau protagonizan el filme con cierta dignidad. He de decir que siento predilección por Chastain, sin duda, una de las actrices del momento por su belleza y por su talento. Opta al Oscar como mejor actriz («La Noche más Oscura«) y apunta alto, muy alto. Por su parte, el actor danés, al que conoceréis por su papel de Jaime Lannister en «Juego de Tronos«, también parece querer hacerse hueco en el panorama hollywoodiense a base de buen hacer y, por qué no decirlo, cierto atractivo físico que le abrirá más de una puerta.

En cuanto a los secundarios, donde incluyo a las niñas, tampoco se puede decir gran cosa. Las crías cumplen con la expresividad necesaria para hacer veraz las sensaciones que se les pide transmitir y ayudan a crear la atmósfera imprescindible en una película del género. Por por otro lado, podremos comprobar lo que se puede hacer con un físico tan curioso como el del actor español Javier Botet, cuya apariencia, aunque no atractiva (las cosas como son), también puede darle más de una oportunidad.

Desgraciadamente, todo este talento más o menos contrastado se va al garete en la segunda mitad de la película, donde el guión comienza a hacer aguas y todo empieza a sonar a repetido y manido hasta la saciedad cayendo en esos insoportables tópicos, que al principio comentaba, de la manera más facilona y torpe posible. Esta segunda mitad es todo un record a la hora de solucionar argumentos con mal gusto, tristes efectismos y giros tan forzados como inverosímiles.

Una verdadera pena porque la película tiene un comienzo aceptable, unos actores correctos, una música y fotografía (hay planos realmente curiosos) muy dignas y sí, se vislumbran ganas de asustar. Pero, señores, esto huele, cansa, e irrita. Cúrrenselo más, sabemos que pueden. No nos cuenten milongas, la taquilla estadounidense no es el mejor barómetro, no nos intenten vender la moto. Al menos, yo, no la compro.

Por Javier Gómez

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