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Críticas

Lo que el Día debe a la Noche: Belleza con falta de profundidad

Las adaptaciones de novelas conllevan siempre la problemática de que no puedan contarse todo lo que se desea y se supriman momentos clave. En cambio, hay veces en las que sucede lo contrario, que con tanto pormenor la historia se desparrame y el resultado sea excesivo. Eso es lo que ha ocurrido con «Lo que el día debe a la noche«

¿Consecuencia principal? Que con cuarenta minutos menos de metraje, la película hubiera llegado bien al espectador, y no con los 162 minutos que contiene.

Pero dejando a un lado la duración, el filme cuenta con numerosos puntos fuertes. El primero de todos, el mundo exótico que revela: La vida en Argelia durante las décadas de conflicto con Francia. Toda esta disposición es gracias a las memorias de un anciano que recuerda el abrupto cambio que sufre su destino cuando su padre le manda a vivir con su tío. Para empezar debe cambiar de nombre, Younes será Jonas para la Argelia afrancesada. Después, su educación y amistad con chicos colonos harán lo demás para el cambio.

La película presenta una trama con mucho meollo y tintes de folletín, propios de la novela original de la que ha nacido. La dirección artística y la realización acierta en momentos: como el precioso instante en el que los niños pasan a adultos en la playa. Sabiendo plasmar el calor desbocado de los veranos sesenteros, la estética está hábilmente recogida. Y la fotografía, que con semejante paisaje no ha tenido que hacer grandes esfuerzos para captar la belleza de la colonia francesa, propone una delicia para la vista.

Este bonito telón de fondo es donde se narra la historia de amor imposible, debido a errores del pasado; que parecen ir a la par con las desavenencias del país. El entorno cobra casi más importancia que el romance del protagonista, hijo de esa Argelia partida, francés por fuera con sus ojos azules, argelino por dentro por el recuerdo de su verdadera familia. Su grupo de amigos también son una representación de esa sociedad: el judío, el influenciado por el occidentalismo, el intelectual, etc. Tal como se propuso en su obra original Yasmina Khadra, la película recoge la dualidad colonos/colonizados.

A esta pandilla llegará Émilie, el objeto de deseo de los chicos. Interpretada por Nora Arnezeder, que le aporta hermetismo y finura, el personaje queda muy desdibujado ante la cámara, cosa que seguramente en el texto original no sucedería. La Émilie cinematográfica resulta estática y relegada al caprichoso destino que no le permite vivir su final feliz con Jonas.

El Younes que confecciona el actor Fu’ad Ait Aattou, es creíble como ese joven que  pertenece a ambos mundos. Con su exótico físico sabe aportar el aire enigmático que le hace tan atractivo e indómito por sus raíces argelinas, mermadas por el ambiente galo al que ya pertenece. Por lo demás, la actuación del atractivo intérprete queda muy plana.

 Son más de dos horas y media, pero el deleite sensorial está garantizado. De primeras, “Lo que el día…” puede parecer un romance imposible más. Pero la relación amorosa puede verse como una bonita metáfora de la unión entre Francia y Argelia: Ella le pide estar a su lado, mientras que el otro no puede estar a la altura de sus deseos por principios.

Una vez conocido el título y visto el cartel, el argumento dejará poco espacio para la imaginación del espectador. Aun así, nostalgia, belleza y emoción se entrelazan en este relato que saca a la luz pasiones intrínsecas, con mucho peso a lo largo de los años.

Para todos aquellos inmunes a los metrajes largos y que les gusten las tramas con carga histórica detrás, aquí tienen una opción para acudir a las salas en época estival.

Por María Aller
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