Una pareja que viaja en un tren dirección a Paris. Hasta tan simbólico destino, torre Eiffel incluida, ha llegado Roger Michell en Le Week-End para desmitificar la idea del amor eterno. Porque no, esto no ha firmado Richard Linklater, por muchas que sean las reminiscencias que lo indiquen. El patetismo de ciertas situaciones, los resentimientos que irán saliendo en las conversaciones entre el matrimonio recordarán a la ya trilogía de culto. Independientemente a si ha sido buena o mala, la crítica ha sido unánime en establecer el paralelismo entre «Antes del Anochecer» y este filme, porque bien podría ser la cuarta entrega de la saga.
Nick (Jim Broadbent) y Meg (Lindsay Duncan) vuelven a Paris treinta años después de su primera visita a la capital francesa, una excusa perfecta para redescubrir la chispa y vivir una última aventura, como en aquellos maravillosos años en los que la locura juvenil les marcaba su camino, “like a rollling stone” como canta Bob Dylan. Esa vida que Meg añora y que Nick en el fondo también.
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Sin embargo el paso de los años hace que las cosas no se perciban con ojos tan idílicos. Ahora esos paseos son amargos y los reproches salen a la mínima, un poco en la línea de los desagradables Pepa y Avelino de “Escenas de Matrimonio”. Pero Nick y Meg tienen más estilo, son un Jesse y Celine de la tercera edad. Ella es maestra y él profesor de universidad, y ahora que están a punto de jubilarse y con los hijos independizados, pueden dedicar sus horas a viajar, leer, y mimarse el uno al otro. No es tarea fácil. Mediante esas conversaciones saldrá la crispación contenida durante mucho tiempo, y paradójicamente despliegan ternura que el espectador va descubriendo.
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Michell da a sus intérpretes espacio para la teatralidad y para que se explayen en el escenario parisino, donde les deja que hablen sobre sus problemas laborales, maritales, sexuales, pero ante todo, de las ilusiones perdidas. El cineasta vuelve a trabajar con Hanif Kureishi para tratar un tema ya tocado por ambos conjuntamente en anteriores ocasiones: las relaciones sentimentales. El actual texto hila una historia creíble, con diálogos mordaces y agridulces que componen otro jarro de agua fría a la tradicional comedia romántica.
La película es otro sutil testimonio de que el amor no siempre se basa en un final feliz, y que muchas veces hace falta más que unos billetes de avión para encontrar soluciones.